Un proyecto palentino demuestra el potencial del lúpulo para la industria
La iniciativa Maluba constata que además del Órbigo hay 5.000 hectáreas aptas en CyL
La cerveza artesana busca diferenciarse en cada trago, pero también quiere abanderar una producción sostenible, circular y rentable, con materias primas «kilómetro cero». Ahora, un estudio realizado en Palencia demuestra que el cultivo del lúpulo, uno de sus cuatro ingredientes básicos, tiene un gran potencial en España.
En España se cultivan aproximadamente 588 hectáreas de lúpulo, el 97% en León. Sin embargo solo en Castilla y León hay cerca de 5.000 hectáreas aptas para este cultivo, como ha demostrado el proyecto Maluba que subraya el gran potencial del lúpulo como cultivo local para su uso en la industria cervecera, pero también en panadería.
Lo han desarrollado los centros tecnológicos Itagra y Cetecede Palencia, con la financiación del ICE, en colaboración con el almacenista de cereales Canseco de Guardo (Palencia) y la empresa de elaboración de cervezas artesana Yesta de Torquemada (Palencia).
Como explica la responsable de I+D+i del Itagra, Susana Luis, el proyecto buscaba nuevos enfoques agroindustriales para las materias primas y subproductos de la industria de la cerveza (la malta, el lúpulo y el bagazo), con el objetivo de «optimizar estos productos e incorporarlos en productos de panificación y en el desarrollo de nuevas cervezas basadas en las tendencias del mercado».
Por un lado se quería evaluar la idoneidad de los suelos palentinos para el cultivo del lúpulo y de cereales como la cebada, el centeno, el trigo, el teff y la quínoa destinados a la elaboración de cerveza y «todos han dado buenos resultados excepto la quínoa que no se ha utilizado por la dificultad en el pelado del cereal», ha explicado Susana Luis.
Pero además, los ensayos realizados en parcelas de Torquemada y Fresno del Río, en la provincia de Palencia, y los datos de los mapas de suelo realizados con sistemas SIG y otras herramientas informáticas han permitido confirmar el gran potencial que tiene el lúpulo en Castilla y León.
«Actualmente, el lúpulo es un cultivo muy ceñido a una zona concreta, el valle del Órbigo de León», explica la responsable de I+D+i del Itagra. Sin embargo el proyecto Maluba ha concluido que 4.928 hectáreas de terreno son aptas para el cultivo del lúpulo en Castilla y León y hay unas 5.121 hectáreas que presentan alguna restricción «salvable» para su cultivo.
Esto tiene gran importancia si se tiene en cuenta que en España aproximadamente se cultivan unas 588 hectáreas, —frente a las 20.705 que tiene Alemania, las 5.236 de Chequia o las 1.757 de Polonia o las 21.700 de Estados Unidos—, el 97% en la provincia de León y el resto en pequeñas zonas de Cataluña, Navarra, La Rioja y Galicia.
Y demuestra que el lúpulo, un ingrediente esencial en la elaboración de la cerveza, es un cultivo de futuro con un gran potencial de crecimiento, además de suponer una oportunidad para las industrias cerveceras pequeñas, por lo general ubicadas en entornos rurales cuya filosofía es el empleo de ingredientes locales para diferenciarse en el mercado copado por las grandes industrias cerveceras, argumenta la investigadora.
Además, según Susana Luis, aunque el estudio se haya centrado en Castilla y León, «por extrapolación» y usando los mapas diseñados y el mismo SIG y mapeo se podrían acotar otras zonas aptas para el cultivo en el resto de España.
«Un cultivo que, por otra parte, se adaptaría bien al cambio climático», ha adelantado la enóloga y bióloga del Itagra, una vez confirmado que según las condiciones edafoclimáticas (clima y suelo), el cultivo de lúpulo se ha adaptado cien por cien al suelo y es absolutamente viable.
Ahora hay que acotar las variedades más resistentes a cada zona, como apunta la investigadora. En las parcelas de ensayo se ha probado con distintas variedades de lúpulo (Cascade, Centinial, Challeger, Chinnock, Columbus, Nugget, Perle, Saaz, Sorachi Ace, Tettnanger). Pero además, una vez cosechado se evaluó también su rendimiento en la producción de aceites esenciales e hidrolato, así como la actividad antioxidante y la caracterización aromática de tres de las variedades cultivadas (Columbus, Nugget y Perle).
Y aunque las primeras producciones han sido pequeñas se ha demostrado «el plus» que supone para las cervezas elaboradas, que resultan «más densas en boca, con más estructura y cuerpo, con más grado alcohólico». Y sobre todo el ahorro en costes de producción que puede suponer para las pequeñas cerveceras tener al lado su propia plantación de lúpulo y de cebada maltera.
«Los costes de lúpulo son muy caros por lo que producir el lúpulo cerca de la cervecería hace más sostenible y rentable la producción», concluye la investigadora. Sin olvidar el reclamo turístico de visitar la cervecera y los cultivos, algo que encaja perfectamente con las necesidades de las zonas rurales.