Diario de León

La juventud al poder

Arturo Gilio y Antolín Giménez mojan la oreja con tres trofeos cada uno al veterano Salvador Cortés en un entretenido festejo en Coyanza

Arturo Gilio toreando al natural, ayer en Valencia de Don Juan. MEDINA

Arturo Gilio toreando al natural, ayer en Valencia de Don Juan. MEDINA

León

Creado:

Actualizado:

La juventud, las ganas y la entrega se impusieron ayer en la corrida de toros que tuvo lugar en la tarde de ayer en Valencia de Don Juan en el marco de sus fiestas patronales. El matador mejicano Arturo Gilio y al novillero Antolín Giménez, con tres trofeos cada uno y abriendo la puerta del coso coyantino, mojaron la oreja al veterano Salvador Cortés, que tuvo que conformarse con un apéndice de su segundo toro.

Se lidiaron dos toros de Los Recitales, otros dos de El Parrajelo y dos novillos de Hermanos Sampedro ya que, aunque no estaba anunciado, Giménez, lidió también el sobrero. De desigual presentación, algunos dieron juego para el triunfo de los matadores que ofrecieron al público una tarde entretenida.

Abrió el festejo Salvador Cortés con un ejemplar anovillado de escaso trapío, poca fuerza y menos poder. El diestro se afanó en darle pases que apenas llegaron a los tendidos, la mayoría con la muleta en la mano diestra. Sólo una serie al natural. Pero entre que el animal se quedaba corto y que no ofrecía ninguna emoción, la faena no cogió vuelo. Mató de media estocada efectiva. Silencio. Su segundo tuvo otras hechuras más de toro. Logró enjaretarle varias series ligadas que le dieron una oreja.

El azteca Arturo Gilio se enfrentó al segundo de la tarde, un toro castaño que cualquiera diría que llevaba el guarismo del 8, porque sus cinco años no se le veían, aunque sí tuvo mejor presencia que el primero de la tarde y, sobre todo, transmitió más poderío y emoción. Lo recibió Gilio a la verónica. Basó su trasteo con la muleta en la mano derecha, con alguna serie al natural, llevando al toro bien ligado, aunque sin humillar. Mató de buena estocada que le dio dos orejas y ya le garantizaban salir a hombros. A su segundo, el que hacía quinto de la tarde, logró cortarle otro apéndice.

Pero, sin duda, el más dispuesto, rozando en ocasiones la temeridad, fue el novillero Antolín Giménez. No esperó ni un segundo en mostrar sus credenciales y en lanzar el mensaje a sus compañeros de terna de que no se iba a dejar ganar la partida. Recibió a su primer novillo de rodillas a escasos metros de la puerta de chiqueros. Y se llevó el primer revolcón. El animal humilló y le dejó hacer una buena faena, que marró con la espada. Una oreja. Al que cerró plaza sí lo desorejó. Triunfo.

tracking