«Aunque se esté entrando en razón con la igualdad, aún choca una chica ganadera sola»
- Lucía Redondo Corrales es ganadera en la montaña oriental leonesa. Siguiendo la estela familiar, vive en el pequeño pueblo de Polvoredo, una pedanía del municipio de Burón, de apenas una veintena de habitantes fijos. En invierno, baja a diario a la ribera para atender a sus ‘charolesas’ trashumantes. También tiene ganado equino y sus potrillos.
Lucía Redondo Corrales tiene 29 años y hace cuatro que se estrenó como la ganadera más joven de su pueblo, Polvoredo. «Lo vi siempre en casa y me gusta», apunta. Además, para vivir en la montaña de Riaño «es lo poco que te puedes dedicar, más allá del turismo que es muy estacional», aclara. Aprovechó las ayudas a nuevas incorporaciones de jóvenes y buscó un tipo de ganado que pudiera manejar sola.
Actualmente tiene setenta vacas y terneras de la raza Charolesa francesa. Blancas como la leche, pero sobre todo «con fama de ser tranquilas». «Necesitaba que fuera ganado noble porque me iba a dedicar sola», explica. Su marido trabaja en una sierra en el municipio.
Lucía Redondo Corrales se ha convertido en ganadera trashumante. Durante los seis meses más cálidos del año tiene a sus charolesas en los puertos de la Fonfría, que forman parte del Parque Regional de Riaño-Mampodre. El otro medio año lo pasan en la ribera, en tierras de Villapadierna. Compró una finca y tiene una nave abierta de la que las vacas y sus crías entran y salen a su antojo.
El depredador
«Con los lobos estamos perdidos hasta que vean que afecta a la caza y al turismo, por la berrea»
En la temporada invernal, la ganadera baja a diario desde Polvoredo a Villapadierna para atender su cabaña vacuna y equina. Es un camino enrevesado, sobre todo hasta Riaño, para quien no frecuente la zona, pero no exento de dificultades para los habitantes de la comarca. Sobre todo, cuando nieva. «La carretera de Polvoredo es la última que abren», lamenta.
Para evitar contratiempos, ha habilitado una caseta de obra con lo imprescindible para pasar una noche si la meteorología complica el camino de vuelta a casa. Bajar desde su pueblo a la ribera a diario no es nuevo en la vida de Lucía.
«Es prácticamente el mismo camino que hacía cuando iba al instituto», comenta. Incluso más rápido, porque ella va directamente a su finca, mientras que el autobús escolar iba haciendo paradas por todos los pueblos para recoger al alumnado. El autobús bajaba desde Maraña, iba a Pontón y luego hacia Riaño y Cistierna. Ella siempre echaba una mano al conductor, Jesús Gómez, de Acebedo, para hacer las anotaciones del recorrido.
De Polvoredo a la ribera
Lucía Redondo tiene a su ganado seis meses en los puertos de la Fonfría y otros seis en la ribera
Lucía Redondo estudió hasta los 18 años, sacó el Bachillerato y se puso a trabajar por cuenta ajena hasta que decidió dar el salto a la vida ganadera. «Lo más complicado es el papeleo porque cada año es de una manera distinta», apunta. Lo que más le gusta es que «siempre estás aprendiendo, por mucho que lo hayas vivido siempre hay cosas nuevas».
En cuanto a la ayuda que le dieron por la incorporación al sector señala que «no puedes contar con el dinero para empezar». «Hay gente que dice que en un mes se la han dado, pero en mi caso tardaron más de un año», subraya.
El compromiso al recibir esta ayuda es de permanencia en la actividad durante un mínimo de cinco años. Si no lo consiguiera, tendría que devolver el dinero. El saneamiento es una prueba de fuego que acecha la viabilidad de la cabaña. «Si el saneamiento te sale mal estás obligada a comprar más o a devolver la ayuda», explica.
Lo que peor lleva es la falta de uniformidad en el criterio del saneamiento. «En primavera vendía cuatro terneros y me obligaron a sanearlos aunque hacía apenas 40 días que había hecho el saneamiento general; en cambio en verano vendí terneras para vida, que iban para el País Vasco, y no me mandaron sanear», apunta.
Las redes sociales son una plataforma privilegiada para comercializar tanto para carne como para cría. «El primer año solo vendía para carne porque no tenía la pureza suficiente. Luego metí un toro puro y ya me compran para cría, del País Vasco, Cantabria... Con las redes sociales (@luciamonina es su perfil en Instagram) te conocen más y hoy día es un momento atravesar España», señala.
Para Lucía, dedicarse a la ganadería es su oportunidad de vivir en el pueblo, como desea. «Me gusta mucho la tranquilidad y creo que ya me volví hasta rara, porque en agosto me agobio con la gente», comenta. Del pueblo valora también que «no tienes ruido, ni humos. Estás a gusto». Para ella no tiene mérito. Es la forma de vida que ha tenido desde niña. Pero entiende que para personas de fuera sea necesaria una prueba: «Tienes que acostumbrarte a vivir así. Es tan aislado que puede ser difícil. Te lo hace más fácil haberte criado allí. Yo lo viví desde pequeña y puedo estar meses sin ir al bar», añade.
«Me gusta mucho la tranquilidad y creo que ya me volví hasta rara, porque en agosto me agobio con la gente», comenta. Del pueblo valora también que «no tienes ruido, ni humos. Estás a gusto»
Sobre las necesidades que tienen en el pueblo, la primera es la cobertura de móvil e internet. «No falla el mes en el que estamos tres o cuatro días sin cobertura», recalca. Este problema afecta de manera especial a los establecimientos turísticos que no pueden cobrar con tarjeta cuando se producen las caídas. Pero también es un inconveniente para la ganadería: «Hablan de muchas facilidades con la tecnología para los animales, pero si no hay cobertura no funcionan los GPS», recalca.
El día a día se puede complicar en una ganadería por falta de móvil. «Como bajo a Villapadierna al final encuentro algo de cobertura, pero si te ocurre una emergencia con un animal no puedes avisar al veterinario», añade. «Somos tan pocos habitantes, y la mayoría personas mayores, que para cuatro jóvenes no les trae cuenta dar un buen servicio», señala con resignación.
Otro problema crucial para la ganadería, para el que no ve visos de solución a corto plazo, es el lobo. «Con los lobos estamos perdidos hasta que se den cuenta de que afecta a la caza y al turismo», afirma. La caza da mucho dinero a los pueblos y la fauna también es parte del atractivo turístico del parque regional. «Este año ya hay gente que se han quejado de que no ha oído la berrea», subraya.
«Me fastidia que cuando vas a hacer una obra o a comprar forraje se quieran reír de ti porque eres mujer. Yo siempre contrasto los precios con mis hermanos y si no me interesa, no contrato»
Lucía Redondo Corrales achaca a la falta de control población los numerosos ejemplares de lobos que se ven, de día y de noche, alrededor del pantano de Riaño. También critica las malas prácticas de algunos que «tienen ganado pero no son ganaderos de verdad». Se refiere a los casos en que echan al monte a animales que han muerto por causas naturales para cobrar la indemnización del lobo. «Luego tienes un caso de verdad y no te pagan», asegura la joven.
Las malas carreteras y la carencia de servicios de salud y escuela forman son otros de los temas espinosos para la población de la montaña. «Es una salvajada que donde más gente mayor hay y donde más incomunicados estamos supriman consultorios o incluso quieran quitar la consulta de Pediatría en Cistierna. ¡Cómo vas a animarte a tener hijos si a lo mejor tienes que irte a vivir a León para tener servicios básicos!», lamenta. «Yo no fui al parque nunca ni lo iba a echar de menos. No me importaría tener hijos y que se criaran como yo, pero al menos tener escuela y médico cerca», apunta.
Tampoco lo tienen fácil para acceder a la vivienda. «Te lo pintan todo muy bonito, pero te pones a comprar y no encuentras», añade. O los precios son desmesurados o la gente prefiere no vender aunque la casa se esté cayendo. «Tenemos intención de comprar algo y no nos está resultado fácil», confiesa.
«La carretera de Polvoredo es la última en abrirse si nieva; no hay mes que no estemos cuatro días sin cobertura y la falta de consultorios es una salvajada donde más gente mayor hay y más incomunicados estamos»
Como mujer, también sufre el machismo que aún se da en el sector y en la sociedad en general. «Aunque estén entrando en razón con la igualdad, les choca ver a una chica sola», comenta. Lo que más le fastidia es cuando ha tenido que negociar para hacer una obra o comprar forraje. La experiencia a veces es amarga, pero Lucía no se arredra. «Se ríen de ti y se creen que no te enteras. Pero yo contrasto con mis hermanos y si no me interesa, no les contrato», señala.
El turismo se ha notado con fuerza después de la pandemia. Pero al llegar el invierno, «quedamos los de siempre». Lucía Redondo Corrales pide que «no se olviden de los pueblos pequeños», cuando haya que despejar las carreteras de nieve y para darles mejores servicios tanto en nuevas tecnologías como en salud y educación.