Diario de León

Negocios que resisten como pueden y algún emprendedor valiente tiran de Laciana

La comarca convive con el desplante y la mentira de la reindustrialización pero se aferra a los pocos que confían en ella

Editorial: Luces en una Laciana desolada.

Vista de Villablino, la capital de Laciana. jesús f. salvadores

Publicado por
V.Araujo
León

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A nadie se le escapa que la comarca de Laciana, ya no es lo que era, en relación a los años 80 y 90, con el auge de la minería, cuyo principal motor económico era este sector, por ello con el fin del carbón, en el año 2018, Laciana se ha visto inmersa en una decadencia, y es que la venta o alquileres de viviendas es frecuente, juventud que tiene que irse para buscar un trabajo fuera de la zona, y el cierre de negocios ha sido una constante en la comarca.

Según explica uno de los propietarios de uno de los comercios que más longevos de Laciana, José Arias, quien regenta una ferretería en Villablino, el cierre de la minería «influyó» negativamente en la comarca. Arias, miembro de la Asociación de Industriales de Laciana (Asil), recuerda que «no hubo ningún proyecto alternativo para hacer cosas antes de que cerrara la minería», y que desgraciadamente «se les llenó a la gente la boca de la reindustralización y lo que no se hizo fue nada».

Este comerciante afirma que aguanta como puede en la comarca y es que al fallar la minería y no tener alternativas en la comarca, «baja todo». La juventud tiene que marchar fuera de la comarca a buscar empleo y «eso se nota en todo, en las ventas también». Y es que considera que las únicas vías de empleo que existen en el valle se centran en el comercio y la hostelería. Y mientras tanto, José Arias «está aguantando y buscando que llegue la jubilación».

A pesar de la situación con la que cuenta la zona, este vecino considera que «nunca es tarde» para realizar proyectos y alternativas, aunque lo ve complicado. «Está claro que si no se hizo nada antes, ahora es difícil porque los proyectos que había nadie quiso hacer nada, todo son promesas pero no se hace nada» y como ejemplo habla de la estación invernal Valle de Laciana- Leitariegos, que todavía se encuentra esperando de las ansiadas obras y a esto se le suma «el cambio climático, que ya no nieva como antes» sentenció.

Por otra parte, la propietaria de la cafetería El Sol de la Finca en Villablino, Enel Méndez y miembro de la recién estrenada asociación de hosteleros de Laciana señala que decidió apostar por la comarca con «mucha valentía y ganas de trabajar», incluso «inventando cosas nuevas para que la gente tenga ganas de salir» y es que para ella es fundamental cuidar mucho al cliente cada día «cada café cuenta», aunque reconoce que es duro «son muchos gastos y pocas facilidades»

Recordando aquella Laciana de cuando Enel era una niña a día de hoy «no tiene nada que ver» y es que antes ibas por la calle y siempre había gente, mientras que ahora «vas por la calle y no hay casi gente, o gente mayor», aunque a pesar de que cada Laciana cuenta con menos juventud, esta hostelera señala que entre sus habituales se encuentra con «mucha chavalería entre 13 y 19 años, los tengo incluso como clientes». En cualquier caso, considera que que «ya hemos tocado afondo y de aquí tenemos que ir para arriba», considerando que «estamos a tiempo de salvar Laciana», al recordar que todavía hay gente con propuestas nuevas, y que sin duda, las rutas de senderirmo, los campamentos o la estación de esquí «están dando mucha vida». Y es que su juicio, esta joven no quiere tirar la toalla y señala que «si nos ponemos las pilas algo conseguiremos sacar».

Para finalizar, Enel Méndez señala que su padre fue minero y con el cierre del sector «parece que no conocemos otra cosa». A su juicio, «hay que evolucionar y continuar» con el objetivo de «seguir adelante, reinventarnos y buscar otras cosas nuevas».

Recientemente se ha formado la reciente asociación de hosteleros de la que forma parte esta joven. «El objetivo es que la gente salga, conozca Laciana y hacer cosas para los de fuera pero también para los que estamos aquí» sentenció. Una agrupación que surge al ver que la unión hace la fuerza siempre y «queremos ayudarnos entre todos».

La comarca ha visto pasar sus mejores años con calles llenas de gente a unas vías prácticamente vacías y donde las oportunidades laborales faltan.

A tiempo

«Ya hemos tocado afondo y de aquí tenemos que ir para arriba», afirma una hostelera emprendedora

La comarca de Laciana de hace tres décadas dista mucho de la actual. En 1992 la población superaba los 16.000 habitantes, de los cerca de 3.000 trabajaban en el sector minero, bien vinculados a la empresa MSP o a la compañía minera Hijos de Baldomero García. Muchos de ellos también trabajaban en la empresa asturiana Hullas de Coto Cortés. A día de hoy, el censo está en 7.849 habitantes y las explotaciones mineras se encuentran todas cerradas, lo que ha provocado que el trasiego visto en las calles de la comarca, algo que era parte del día a día de la ciudad, sea actualmente algo testimonial.

Si se sitúa la fecha mas cercana al cierre de la minería, concretamente en el año 2018, la población en Laciana ha seguido en descenso, pasando de casi 9.000 habitantes a menos de 8.000 habitantes, en un periodo total de cinco años. El empleo es otro de los puntos diferenciadores de la sociedad lacianiega, y es que en el año 1992 el motor económico era la minería y en torno a ella giraban el resto de sectores, mientras que a día de hoy, la tasa de desempleo es del 14,6%, un total de 376 desempleados.

Actualmente, los jóvenes tienen que irse de la comarca en busca de oportunidades laborales, mientras que Laciana sobrevive a los jubilados o pensionistas que quedan en la zona. Y con la falta de jóvenes, también llega la falta de niños, y es que cada vez son menos los escolares que están en los centros educativos. Un punto importante que dista de la etapa de los años 90, cuando los colegios de Villablino se quedaban pequeños para albergar a todos los escolares que se concentraban en la capital lacianiega y comenzaron las escuelas prefabricadas o incluso edificios públicos que no estaban destinados a ser escuelas fueron durante un tiempo aulas provisionales.

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