Diario de León

La ULE investiga para mejorar la eficacia y sostenibilidad del injerto del tomate

La tesis doctoral de Carlos Frey esclarece algunos de sus procesos moleculares y fisiológicos

El equipo de investigación el día de la presentación de la tesis. DL

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Estudian métodos no invasivos para su monitoreo, así como su resistencia a enfermedades

El tomate es una de las hortalizas más cultivadas a escala mundial. Su injerto está tan generalizado que tan solo en España se producen al año más de 72 millones de plantas de tomate injertadas, cuyo comportamiento a nivel científico se estudia para mejorar su eficacia y sostenibilidad. En esa tarea se enmarca la investigación de Carlos Frey en los últimos cuatro años a través de su tesis doctoral Explorando las modificaciones fisiológicas, histológicas y de la pared celular durante el injerto de plantas de tomate (Solanum lycopersicum L.)’

Dentro del Grupo de Fisiovegen de la Universidad de León (ULE) y del Área de Fisiología Vegetal, Carlos Frey ha desarrollado su trabajo bajo la dirección de los profesores José Luis Acebes y Antonio Encina y el resultado arroja luz sobre algunos de los procesos moleculares y fisiológicos que subyacen al injerto en plantas de tomate, proporcionando nuevas herramientas y conocimientos que podrían mejorar esta práctica hortícola.

El estudio profundiza en los factores que afectan a la cicatrización del injerto y propone métodos no invasivos para su monitoreo, así como la utilización del injerto para inducir resistencia a enfermedades del cultivo.

«El injerto, una técnica agrícola que consiste en unir una planta que proporciona el tallo y las hojas (vástago) sobre otra que aporta la raíz (portainjerto) para mejorar el rendimiento y la resistencia a enfermedades y otros problemas ambientales, es una práctica antigua pero aún poco comprendida en términos de fisiología y biología molecular», explica este joven investigador que ya ha publicado cinco artículos científicos relacionados con su tesis en distintas revistas internacionales.

Su trabajo se centró en el tomate (Solanum lycopersicum L.), una planta de gran importancia económica, para investigar las modificaciones que se producen en los tejidos y componentes de las paredes celulares (el armazón de los tejidos de las plantas) durante la cicatrización del injerto.

A través de técnicas de microscopía y el análisis de la composición de la pared celular, la investigación identificó que la unión del injerto de tomate sufre importantes cambios. «Inicialmente, se observó un engrosamiento de las paredes celulares y la formación de callo y nuevas células vasculares, esenciales para la cicatrización. Sin embargo, en injertos no funcionales, la deposición excesiva de materiales como suberina y lignina, unos compuestos con rol defensivo, impidió la correcta progresión del injerto, resaltando la complejidad del proceso».

El estudio también detectó una acumulación de pectinas en la zona de unión, con cambios en el grado de metil-esterificación y aumento de la actividad pectín metil-esterasa. «Estos hallazgos son cruciales para entender cómo las paredes celulares participan en el proceso de cicatrización», detalla Carlos Frey quien llevó a cabo una parte de su investigación durante una estancia de tres meses en Santiago de Chile, en la Universidad Andrés Bello, bajo la codirección de la investigadora Susana Sáez-Aguayo.

Uno de los avances más prometedores alcanzados en la tesis es la identificación de métodos no invasivos para monitorizar la cicatrización del injerto. Para Carlos Frey un diagnóstico temprano y más preciso de la viabilidad del injerto «podría revolucionar la producción hortícola» y ese proceso pasaría por el empleo de la «termografía foliar, es decir a través de la medición de diferencias de temperatura de las hojas, y por la medición del rendimiento cuántico máximo, así se puede detectar precozmente el fallo del injerto».

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