Crónicas del derrumbe
Una pérdida muy sentida en Villaturiel
Benito Francisco, responsable del reloj de la torre, lamenta el estado irreparable en el que ha quedado tras aparecer entre los escombros
El municipio de Villaturiel ha experimentado una gran pérdida que ha conmocionado a todos los vecinos del pueblo. La torre del reloj, ubicada junto a la iglesia y con aproximadamente 16 metros de altura, sostenida por 200 toneladas de piedra, se derrumbo el pasado fin de semana, dejando un vacío significativo entre los habitantes.
Benito Francisco Manga, encargado de dar cuerda al reloj con cariño y pasión, acudía cada domingo a la torre para hacerlo sonar. «Una tradición familiar» ya que primero lo comenzó haciendo su padre, luego su hermano y ahora él.
Francisco Manga tiene la respuesta al porque del derrumbe de la torre. En los últimos días había observado humedades en la base de la torre, lo que provocaba el desprendimiento gradual de la pintura. «Era cuestión de tiempo antes de que las toneladas de piedra que sostenían la torre se debilitaran y colapsaran, como finalmente ha ocurrido», explica.
Los vecinos esperan que, tras retirar los escombros, se pueda reconstruir la torre y adquirir un nuevo reloj, ya que el anterior «quedó completamente destrozado», incide Benito.
El reloj, construido hace aproximadamente 80 años por el propio pueblo, era un símbolo distintivo de Villaturiel. Todos lo apreciaban, incluso los vecinos de las localidades cercanas.
El vecindario espera que, tras reunirse, puedan ejercer presión sobre el obispado puesto que ya les habían alertado de la situación que sufría el edificio, para lograr que la torre vuelva a ocupar su lugar en el pueblo, ya que el edificio en su conjunto les pertenece.
Este lunes, el obispado envió a la empresa encargada de la demolición para limpiar completamente el área y retirar todos los escombros. Su compromiso es el de recuperar el estado original de la torre, tal y como confirmó el mismo día del derrumbe el vicario general, Luis García.
Esperan lograr un resultado favorable, ya que la ausencia de la torre «se siente profundamente» entre todos los habitantes, concluye Benito.