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Una historia marcada por el agua desde tiempos de Augusto

Por Boñar y sus manantiales

Dos emprendedoras, pertenecientes a la Federación de Mujeres Rurales de Castilla y León, promueven que el municipio cree un centro de interpretación que aglutine su historiografía acuática

El manantial de Las Caldas de Boñar con sus tres grifos que usan los vecinos para su consumo. CAMPOS

Publicado por
Carlos Cuesta (*)
León

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Los entornos de Boñar, agarrados al Porma intrépido y turístico siguen siendo rodales de encuentro y amistad entre los parroquianos y visitantes que gustan de estos parajes sosegados y sentidos. Aquí el veraneo, momento de ambiente y fiesta, tiene un tinte especial para los que prefieren esos días de paseos, tertulia y aire fresco envuelto en montaña y agua. Siempre recuerdo esta población animada con el agua de auténtico revulsivo de atracción, bien en los rápidos del río Porma o en las piscinas municipales. Y en ese escenario paisajístico los manantiales repartidos por su verde orografía viven momentos de recuperación como reflejo de un turismo enfocado a la actividad acuática. Desde el hontanar del puerto de las Señales a través de Cofiñal y Puebla de Lillo hasta las aguas embalsadas de un Porma joven, el líquido elemento forma parte indisoluble de sus habitantes y es el santo y seña de estos parajes con alma y sentimiento.

Ahora las emprendedoras de Boñar pertecientes a FADEMUR, la Federación de Mujeres Rurales de Castilla y León, Carmen y Esther, están empecinadas en abrir espacios de promoción y movimiento ciudadano para que la historia de los manantiales de su tierra adquieran nombradía y verdad y desde las instancias municipales trabajen en lograr un centro de Interpretación que aglutine una crónica acúatica con la historiografía desde aquellos tiempos lejanos de Octavio Augusto en el siglo I antes de Cristo.

En uno de los edificios de entrada a la villa en sentido a Asturias se encuentra la piedra fundacional con una inscripción latina donde se refleja esa realidad preñada de historia y vida. Los manantiales de Boñar viven su existencia de siglos enganchados a unos enclaves con mucha magia y dotados de esencia natural que muchos pobladores y forasteros no le dan la importancia debida. Ahora es el tiempo adecuado de lanzar a los cuatro vientos esa riqueza hídrica y estudiar a fondo todo lo que conlleva un hecho diferencial para favorecer un turismo tan necesario como útil.

El agua es vida, es existencia, es salud, es turismo, es en definitiva un acicate fundamental para acercarse a Boñar y participar del paisaje y paisanaje con un trasfondo cultural de agua viva. Y este lugar de recuerdos adolescentes tiene la obligación de aprovechar todos los recursos que la prodigiosa naturaleza ofrece. Con ese centro de historia acuosa y su legado de años, esta localidad con su negrillón, sus embutidos, ese clima especial, el río Porma pletórico y la hospitalidad gentil de sus moradores, todo será más llevadero para alcanzar la prosperidad esperada y Boñar vuelca a ser aquel rincón de parada y fonda con esa gastronomía de la tierra con las notables de mollejas al estilo leonés y la chacina omnipresente con la cecina por marca de calidad y los dulces Nicanores de sorpresa.

Carmen de Boñar y Esther de Las Bodas, defensoras a ultranza de sus dominios estaban felices porque los manantiales de aquí y toda la intrahistoria acuática sea la escenografía deseada para lograr ese turismo sostenible y armónico que tan urgente todos desean para una zona verde y amistosa. Los manantiales de Boñar ya se sienten y la humedad perenne de su paisaje es evocación y remembranza.

La escritora y periodista Nativel Preciado me lo recordó recientemente en la presentación de su último libro. Boñar es agua y el agua es turismo y fuerza vital.

(*) Carlos Cuesta es Vicepresidente de la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (Fepet).

El manantial de Las Caldas de Boñar con sus tres grifos que usan los vecinos para su consumo. CAMPOS