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Benavides está revolucionada con el nacimiento del primer burro zamorano-leonés en 35 años

Un peluche llamado Crispín

Los habitantes de Benavides llevan cuatro días hablando del mismo tema. Por primera vez en 35 años, ha nacido un burro en la localidad. Crispín vino al mu

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Daniel Ezponda - BENAVIDES.
León

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Las cámaras fotográficas se han convertido en un elemento indispensable para poder ir por Benavides de Órbigo, algo que parece más propio de japoneses en Sevilla, o de otra ciudad turística del país, en el mes de agosto. Y es que toda esta situación la ha provocado un «bebé» llamado Crispín. Se trata del primer burro que ha nacido en Benavides en los últimos 35 años y ha creado tal expectación que todos los vecinos quieren tener una fotografía de recuerdo con el animal. «Todos hemos visto alguna vez burros por el pueblo. Pero nadie recuerda haber visto uno tan pequeño», comentaba el orgulloso propietario del animal, Roberto González Ferreros. Los más pequeños son los que sobre todo están disfrutando de la novedad que supone tener al burrín en el pueblo. Alba y David fueron en seguida al corral para ver a Crispín el pasado domingo y quedaron fascinados por ese peluche gigante que andaba y buscaba, en un primer momento, con ansia la protección de su madre. Desde entonces, niños -y no tan niños- se acercan hasta la casa de Roberto para ver al animal. «Creo que es bonito que vengan y que conozcan a este tipo de animal. Dentro de unos años, vete tú a saber si van a existir o si van a tener la posibilidad de ver un burro tan pequeño en la puerta de casa», aseguraba Roberto. El parto, a solas Crispín tiene un metro de altura, negro, con unas orejas puntiagudas y un hermoso pelaje, que dan ganas de abrazarlo. El borrico nació en la madrugada del viernes al sábado, sobre las dos de la madrugada. Su madre, Lucera, no requirió ayuda de ningún tipo durante el parto. «Los equinos se cortan durante el parto si hay alguien. Tuve hace tiempo una yegua que de siete partos, sólo en uno necesito ayuda», recordaba su dueño. La raza del animal es la zamorana-leonesa, ya que el animal cumple las características propias de estos animales. Sin embargo, hasta dentro de tres años no se podrá certificar la denominación de Crispín. Roberto tiene estos animales por afición. A Crispín y lucena, hay que añadirle gallinas, polluelos y un escurridizo gato. «Siempre me han gustado los animales. La burra la compré en Veguellina de Fondo, ya embarazada. Después de trece meses, que es el periodo de gestación de los burros, ha nacido este pequeño», indicó su propietario. Roberto se encuentra a la espera de que el tiempo mejore para sacar a Crispín y a Lucera a un prado cercano para que tomen buenos pastos. Y espera que sea pronto, porque cada vez que llega alguien, el buche intenta escaparse por la puerta. Quince burras en la provincia En los últimos años han nacido tres burros de la raza asnal zamorana-leonesa: dos en Riello y uno en la zona de Cistierna. El presidente de la Asociación de Criadores de la Raza Asnal Zamorana-Leonesa, Jesús de Gabriel Pérez, indicó que «tenemos catalogadas en nuestro libro genealógico 900 burras, que están controladas mediante microchips». La implantación de este tipo de burro se localiza principalmente en el noroeste de Zamora y en el sur de la provincia leonesa, aunque también está presente en Salamanca, Burgos e incluso Madrid. En la provincia zamorana nacieron entre 45 y 50 crías, y alguna en Salamanca, «lo que demuestra que este tipo de burro no está en extinción. En todo el mundo hay burros. Sólo hay que ir a los países del Magreb para ver la cantidad de burros. Lo que sucede en Europa es que apenas quedan razas autóctonas. Pero se están recuperando», señaló de Gabriel Pérez. En León hay catalogadas unas quince burras de este tipo, aunque no se descarta que haya más. Estos animales se caracterizan por ser de color marrón oxidado y una grupa ensillada. Mientras la raza se recupera, Crispín seguirá siendo el «niño mimado» de Benavides de Órbigo y seguirán acudiendo los vecinos para hacerse fotos para contar, dentro de unos años, que vieron a un borrico de sólo cuatro días.