OPINIÓN Rosa Masegosa
Las cuentas no salen
A muchos cerealistas de Castilla y León no les van a salir las cuentas ni en euros ni en pesetas. Cuando los agricultores de las zonas de secano tradicionalmente más pobres vean que no sólo no cubren gastos sino que empiezan a tener pérdidas -de hasta 18.000 de las antiguas pesetas por hectárea-, no va a quedar mucho más que decir. Algo mejor lo tienen las comarcas agrarias de la comunidad que se sitúan en torno a las 2-2,20 toneladas por hectárea, cifra mágica de rendimientos a partir de los cuales se obtendrán beneficios si la reforma de la PAC de la que tanto se habla llega finalmente a aplicarse. Pero eso, si se tienen muchas hectáreas, porque los 103,08 euros que, según Coag, se sacarán de las parcelas, (una vez descontados gastos), no dan para mucho. Lo cierto es que de las 66 comarcas agrarias en que se divide Castilla y León, 21 se encuentran por debajo de ese umbral de beneficios. En el caso de León, son la totalidad; en Ávila, la mayor parte, y más de la mitad de las de Zamora. Sólo en provincias como Burgos, que registra los más altos rendimientos en secano, seguida de Segovia, Palencia y Soria, seguiría siendo rentable el cereal, y en menor medida, también en Salamanca y Valladolid. Y es que aunque con la llamada reforma Fischler la subvención a los cereales asciende a 66 euros por tonelada, el precio de intervención desciende a 15,86 pesetas, lo que va a reducir los beneficios de los productores más grandes y provocará pérdidas, e incluso desincentivará la producción a los más pequeños. Ya lo dijo el lunes en Bruselas el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, quien advirtió del abandono del campo que traerá consigo la reforma de la PAC. Cuando deje de ser rentable producir, e incluso se obtengan más beneficios por dejar de cultivar, ¿quién seguirá trabajando en el campo? Es más, ¿quién seguirá viviendo en el campo?.