Diario de León

La calle Marcelo Macías recuerda a uno de los prohombres de la ciudad

La sabiduría recala en Astorga

La calle Marcelo Macías arranca de la plaza Obispo Alcolea

La calle Marcelo Macías arranca de la plaza Obispo Alcolea

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Pocos astorganos han alcanzado la talla de sabiduría y erudición de nuestro personaje del día, don Marcelo Macías, calificado por su discípulo Otero Pedrayo como el «Horacio del siglo XIX». Antes de repasar su trayectoria vital, analicemos la calle que lleva su nombre. El trayecto se inicia en la bulliciosa plaza del Obispo Alcolea, uno de los enclaves más transitados de la villa, para finalizar en la gran arteria que homenajea al político don Pío Gullón. La calle, recta y en ligero ascenso, no es demasiado larga, aunque un incesante flujo de vehículos evidencia bien a las claras su importancia en el entramado urbano astorgano. En cuanto al caserío, presenta edificios actuales a distintas alturas, entre los que se intercala alguna vivienda típica y muy tradicional. Una vía, en definitiva, dinámica y comercial que ofrece la combinación idónea entre clasicismo y modernidad. Don Marcelo Macías y García nació en Astorga el día 1 de julio de 1843, hijo de don Esteban Macías Pérez de Ron y de doña Obdulia García Garrido. Llevado de una irrefrenable vocación religiosa, realizó con gran aprovechamiento la carrera eclesiástica en nuestro seminario, sirviendo posteriormente en algunas parroquias de dentro y fuera del obispado. De temperamento simpático y conciliador, los astorganos de la época adoraban al clérigo Marcelín, fascinados por el hechizo de sus palabras desde el púlpito. Las autoridades religiosas también le requerían para misiones que precisaban de buenas dosis de tacto y mano izquierda. El arrabal de Puertarrey era por entonces feudo de un republicano llamado Carreto, que había echado al sacerdote de la iglesia después de quitarle las llaves. El obispo nombró coadjutor del templo al curita Marcelín, que supo granjearse la amistad del rebelde Carreto y de su esposa Fermina, logrando que el templo reanudase las actividades litúrgicas con total normalidad. Tras obtener el doctorado en Filosofía y Letras con nota de sobresaliente, en 1882 ganaba por oposición la cátedra de Retórica y Poética del Instituto Jovellanos, en Gijón. Desde allí se trasladaría a Orense, en calidad de catedrático en el Instituto de la capital gallega. El año 1893 era nombrado director del centro, dedicación que compartía con la dirección de la Escuela Provincial de Artes y Oficios.

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