El Santo Potajero, de acto caritativo a celebración popular

La capilla de Nuestra Señora de las Angustias, incluida en el catálogo de edificios protegidos de la ciudad a causa de su relevante valor artístico y arquitectónico, cobija a la imagen de la Virgen realizada por Luis de la Vena, además de distintos cuadros sobre la Pasión. Las pinturas del camarín que guarda a la Virgen están fechadas en 1721, mientras que el coro terminó de construirse durante el mes de noviembre de 1790. En definitiva, un pequeño universo de formas y símbolos religiosos que cobra especial animación al acercarse las destacadas fechas de la Semana Santa. Paseando por nuestra calle pueden oírse los ensayos de la Cofradía, al igual que antaño se servía en este lugar el potaje ofrecido por sus miembros a doce menesterosos de la villa. Era tradición que el día de Miércoles Santo, según quedaba recogido en el capítulo 27 de la Santa Regla, se diera un caldo-comida a doce pobres de solemnidad que, como requisito imprescindible para el ágape, debían confesar y comulgar en aquel señalado día. Miles de personas Los tiempos cambian y la tradición de «El Santo Potajero», nombre que se da a la pequeña talla del Nazareno que se saca en procesión, ha cobrado nuevos bríos en los últimos tiempos. A la consabida cantinela de «Santo Potajero, lléname el puchero, llénamelo más que está por la mitad», son miles los bañezanos que se animan a degustar este sabroso guiso que se ha consolidado como otro de los señeros rituales de nuestra brillante Semana Santa. El resto de la calle ofrece un muestrario urbano que incluye edificios de corte actual, algunos vestigios del pasado e incluso casitas de una planta, ya cuando su trayecto está a punto de concluir en la Plaza de la Asunción. Allí, un colorido rótulo nos muestra a esa Virgen de las Angustias que patronea el entorno.