ESPERANZA CASTRO ARIAS MATRONA
«Esta profesión ha sido mi vida»
Pochi, como es conocida en la comarca, es toda una institución en la comarca de Laciana tras haber ayudado a nacer a miles de personas a lo largo de los 47 años en que ha ejercido la profesión de matrona en el vall
-¿Cuál fue su trayectoria profesional a lo largo de esos 47 años? -Comencé siendo telefonista en la MSP compaginándolo con los estudios de practicantes y matronas. Trabajé durante años como interina en Villaseca y luego en el ambulatorio de Villablino cuando abrió sus puertas. Después pasé como titular al consultorio del grupo María, donde estuve 17 años, aprobando la oposición de APD - Asistencia Pública Domiciliaria-. Al final regresé al centro de salud de Villablino hasta que me jubilé hace una década. -¿Qué recuerdos tiene del primer parto al que asistió? -Una emoción tremenda. Fue en Villaseca atendiendo a una señora que dio a luz un varón, que por cierto fue mi primer ahijado. Que todo saliese bien me dio mucha confianza para seguir en la profesión. -¿A cuantos partos asistió durante casi medio siglo de profesión? -Muchísimos, cuando llevaba por cuenta más de tres mil deje de contarlos. Además de atender los partos en Laciana, me venían a buscar de otras comarcas limítrofes incluso de Asturias. -¿En que condiciones asistía a las parturientas? -En aquellos años las mujeres parían en casa con muy pocos medios sanitarios, no había ni estufas, ni agua corriente, incluso algunas no tenían ni ropa para los recién nacidos, me las tenía que arreglar como podía y muchas veces usando la imaginación. Recuerdo que para calentar la habitación en el momento del nacimiento tenía que quemar en un plato alcohol. Después de los años 60 las condiciones mejoraron bastante y se empezó a bajar a Ponferrada a dar a luz, cuando antes sólo se podía trasladar a una parturienta en un caso extremo. La segundas y terceras generaciones que yo asistí eran diferentes porque había unas comodidades en el hogar que antes no existían. -¿Cuáles son las situaciones más difíciles que vivió atendiendo un parto? -Tener que controlar una hemorragia post-parto o cuando el bebé venía de nalgas. Era una gran responsabilidad porque el médico sólo venía cuando se complicaba el parto. En este sentido, Gerardo Linares y José Romero, los médicos de aquella época, realizaron una gran labor. En 47 años no vi morir a ninguna mujer de parto, fue una gran suerte. Tenía que estar muy pendiente tanto en el periodo de contracciones como en el expulsivo. Sacrifiqué muchas noches, pero mereció la pena. -¿Cómo ha evolucionado esta profesión desde que usted comenzó a ejercerla? -El hecho de empezar a ir al hospital de Ponferrada a parir mejoró las condiciones de parto en cuanto a medios sanitarios, no de asistencia. El trabajo de matrona en un hospital es muy diferente al de una comadrona en el medio rural y más en aquellos años. Las camas antiguas eran fenomenales porque tenían una altura ideal y las mujeres se agarraban para empujar a los barrotes. Antes la episiotomía sólo la realizaba en casos extremos, protegía con mis técnicas en periné de la mujer para evitar desgarros. -¿Qué significó para usted esta profesión? -Fue toda mi vida, con una dedicación total las 24 horas del día. Tuve que restar muchas horas a mi familia, a veces de estar preparada para ir a una boda y tener que quitar los tacones para asistir a un parto. Fue una vida sacrificada pero con gusto, era un orgullo contribuir a traer al mundo a una nueva vida.