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El genial Cervantes recibió una herida en combate que le inutilizó una mano

Batalla de Lepanto (y III)

La tranquilidad que suele reinar en esta calle bañezana contrasta con su belicosa denominación

Publicado por
León

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Hoy concluiremos la semblanza de esta considerable calle bautizada como Batalla de Lepanto, cuyo trazado se extiende entre la calle Odón Alonso y la plaza de Antonio Colinas. Tal como les dijimos anteriormente, nada más ser coronado el Papa Pío V intentó entablar una alianza entre los distintos reinos cristianos para enfrentarse a los peligrosos ejércitos del Islam. Tanto España como Venecia se sumaron a la demanda, reuniéndose las tropas en el puerto de Messina durante el mes de septiembre de 1571. Al amanecer del 7 de octubre se encontraron en Lepanto las dos flotas, comandadas respectivamente por don Juan de Austria y Alí-Pachá. Y precisamente poco después del mediodía, cuando el ala izquierda de las tropas turcas había perdido todas sus galeras, las dos naves capitanas se acometieron entre sí, haciendo ondear sus estandartes. Tras intercambiar fuertes descargas de artillería, el espolón de la nave otomana penetró en el caso de la «Real», quedando trabadas ambas galeras proa con proa. Entonces se produjeron sendas cargas de unos y otros, envueltos turcos y cristianos en una masa infernal de hombres que se batían con furor de loco. A las llamadas de socorro acudieron otras galeras y sus respectivas tripulaciones, viéndose obligado el propio don Juan de Austria a tomar la espada y participar personalmente en la lucha. Lo incierto de la situación se decantaría gracias a la llegada a la escena de las tropas de refresco enviadas por don Álvaro de Bazán, quienes invadieron la galera de Alí-Pachá y la conquistaron definitivamente. Entre las muchas anécdotas referidas a tan heroica jornada se cuenta que Alí-Pachá defendió con bravura su vida, hasta caer derribado por un arcabuzazo. Un esclavo cristiano le cortó la cabeza, entregándola a un soldado que la presentó al generalísimo en lo alto de una pica, diciéndole: «Esta es la cabeza de Alí-Pachá, Alteza». Don Juan de Austria rechazó asqueado tan macabro presente, terminando la testa en el agua. Al ver aparecer en la galera turca una bandera de la Santa Liga, los gritos de «¡Victoria! ¡Victoria!» se extendieron por toda la armada cristiana. No obstante, aún hubo que emplearse con desesperada energía para doblegar el ala derecha del ejército otomano, con una acción en la que se batió ejemplarmente don Miguel de Cervantes. Aquel día se encontraba enfermo con calentura, circunstancia que no impediría su activa participación, recibiendo dos arcabuzazos en el pecho y otro en la mano izquierda que le dejó inútil.

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