Las Siervas de María
No ha sido la única pérdida que ha sufrido este entorno, pues durante los aciagos acontecimientos de la Guerra de la Independencia se voló el gran cubo mirador que formaba un ángulo junto al hospitalillo y hacia San Andrés. Volviendo al presente, la portada del hospital presenta un austero aspecto de época, reafirmado por el pequeño y disminuido escudo. En el interior, además del claustro abierto a un bello jardín, cabe destacar la capilla en cuya tribuna se situaban antaño los dirigentes de la cofradía. No ha cambiado a lo largo del tiempo el sentimiento de solidaridad y fraternidad que siempre ha caracterizado al hospital, dedicado en nuestros días a la atención de personas discapacitadas. Igual vocación de entrega distingue a las Siervas de María, instaladas también en nuestro enclave protagonista. Apenas son un puñado de religiosas que cuentan con formación en la rama sanitaria y que siguiendo el ejemplo de la fundadora de la congregación, santa María Soledad Torres Acosta, están consagradas al cuidado de los enfermos. El mes de agosto del año 2001 fue motivo de muchas emociones para las Siervas de María, pues se cumplió entonces el 175 aniversario del nacimiento de su fundadora, el 150 de la creación de la orden y el 125 de la aprobación pontificia de la misma. Unas fechas, en definitiva, de celebración para este grupo de religiosas que asisten a los enfermos sin hacer excepciones en razón de sexo, religión, tipo de dolencia o situación económica del afectado. Tras cumplir con sus compromisos sanitarios, las hermanas dedican el resto del día a la vida en comunidad, siguiendo una plácida rutina que puede resumirse, en afortunadas palabras de mi compañera Maite Almanza, en «cuidados divinos, caridad con el necesitado y fe en el prójimo».