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RETABLO LEONÉS

La aventura del Padre Isla

Quizá el más ilustre literato leonés de todos los tiempos, haya sido el nunca bien ponderado Padre Isla. Nuestro Retablo, atento a las efemérides que pueden considerarse como hitos en el discurrir de la historia provincial, quiere

Monumento erigido en Vidanes con ocasión del II Centenario de la muerte del Padre Isla

Publicado por
Enrique Alonso Pérez - LEÓN.
León

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Y es que el propio Padre Isla confirmaba su nacimiento en Vidanes en unos elocuentes versos autobiográficos: «Dióme vida Vidanes, centro hermoso/ de regalado suelo/ de puro clima y despejado cielo/ breve recinto (si antes anchuroso)/ en plácida llanura/ que acrece y embellece su hermosura/ con perspectivas gratas y variadas/ del Esla relucientes las cascadas.../» Pero si bien es verdad que este bonito pueblo de la cabecera del Esla, tuvo ese privilegio, también hay que dejar constancia de que la permanencia de la familia Isla en el mismo, ha sido cuestionada, y nunca bien aclarada, por cuantos autores han escarbado en la vida del Padre Isla, veamos si no, una pequeña muestra. Pedro Felipe Monlau, en la biblioteca de autores españoles dice: «...nació a los 24 de abril de 1703 en el lugar de Vidanes, por la rara casualidad de encontrarse allí su madre, yendo a cumplir cierta promesa a un santuario cerca de Valderas...» El jesuita, Luis Fernández Martín en edición de 1978 señala: «...nació el 24 de marzo de 1703 en Vidanes (León), junto al Esla, un poco más al sur de Cistierna. Los padres de Isla estaban de paso en este pueblo, durante una peregrinación a un santuario de la Virgen cercano a Valderas». Russell P. Sebold, en edición de Espasa Calpe. Colección Clásicos Castellanos (1969), hace un verdadero alarde de desconocimiento geográfico cuando dice: «nació José Francisco de Isla en Vidanes o Villavidanes, cerca de Valderas...» Por último, la autoridad indiscutible de nuestro ilustre y desaparecido profesor de la Universidad de León, el paramés Francisco Martínez García, en su elaborada Historia de la Literatura Leonesa, rebate en profundidad los anteriores asertos y termina diciendo: «...sea como quiera, lo cierto es (y también lo que nos interesa) que el Padre Isla nació en Vidanes, no de modo casual, sino por estar sus padres allí viviendo. Lo que pasa es que los autores se copian unos a otros sin escrúpulo y sin preocupación por verificar documentalmente los datos copiados». Lápida en la iglesia Para nosotros, otro dato que abunda sobre el nacimiento y estabilidad de sus padres en la villa de Vidanes, es el que la Diputación leonesa aportó hace ahora cien años con ocasión del II Centenario del Jesuita, que fue la colocación de una lápida en la pared superior del norte de la iglesia con la siguiente leyenda: «En esta iglesia fue bautizado el cinco de mayo de 1703, el célebre escritor P. José Francisco de Isla, que nació en este pueblo de Vidanes el 24 de abril del mismo año, honró a la patria con su pluma, a la Compañía de Jesús con sus virtudes, aumentó con su fama las glorias de León, que le dedica agradecida este recuerdo en su segundo centenario». Pues bien, con estos antecedentes, encontramos a José Francisco de Isla Rojo creciendo en Valderas, villa en la que su padre fue Gobernador al servicio de los marqueses de Astorga, y a la que consideró siempre su verdadera patria, donde recibió una esmerada educación recibida por manos tan expertas como las de su madre, doña Ambrosia Rojo, «mujer de despejadísimo y fino entendimiento, cultivado con una exquisita lectura e instrucción en varias materias científicas», según señala J.I. de Salas en su Compendio Histórico de la Vida del Padre Isla (Madrid, 1803). Aunque sea un verdadero acto de fe, el que nos obliga a encajar en estos tiempos un currículo tan abrumador, debemos creer, con quienes han estudiado a fondo la vida de este clérigo leonés, que «estudió en Valderas Gramática Latina y Filosofía», y que «apenas cumplía once años cuando logró el grado de bachiller en derecho Civil, con notables adelantos también en Derecho Canónico, Historia y Poesía». Y para que no faltase ningún ingrediente en el currículo apuntado, también supo nuestro hombre salpimentar sus quince años con un romance amoroso que sostuvo con una joven cuya identidad siempre ha sido respetado por los numerosos biógrafos de Isla. Este hecho, y la oportuna reflexión sobre la inconveniencia de un noviazgo tan prematuro, llevaron al joven estudiante, durante unos días, al retiro espiritual en una casa de Jesuitas, donde a los 16 años tomó la firme resolución de ingresar en la Compañía de Jesús, que a la sazón mantenía el noviciado en Villagarcía de Campos (Valladolid). Las puyas de Fray Gerundio La aparición de su libro más logrado, Fray Gerundio de Campazas, hizo poner el grito en el cielo a los propios superiores de la Compañía, que creyeron ver nada menos que el relanzamiento de la novela picaresca bajo el sacrílego protagonismo de unos clérigos buscones que recorren la Tierra de Campos en busca de éxitos oratorios poco envidiables, de sermones bien pagados y de alegres comilonas. El agudo y fino talante del Padre Isla, alimentado por la socarronería asturiana y por la flema cazurra, puede muy bien reflejarse en la actitud que toma ante tantos acosos como sufre por parte de los estrictos administradores del Bien y del Mal -en una época cuajada de convencionalismos- a quienes dedica los versos de esta sugerente décima isleña: «A un mastín, por más que fino/ le ladran los gozquecillos/ y entre saltos y brinquillos/ le andan lamiendo el trasero/ y él, sin mostrase severo,/ y sin sentirse zaíno/ al ver aquel torbellino/ de perros, que le rodea,/ alza la pata, les mea,/ y prosigue su camino/». Liquidación de sus bienes Doscientos años después de la muerte del Padre Isla, en la década de los ochenta, sus últimos y únicos descendientes, los hermanos José Manuel y Mariano Toyos Isla, vinieron de la Argentina para liquidar los bienes patrimoniales que la familia tenía en Loroñe. Fue una verdadera pena comprobar cómo, los restos de la biblioteca, caían en manos de un anticuario de Villaviciosa, conocido por El Capador, que por trescientas mil pesetas se hizo con unos 300 ejemplares de los siglos XVI, XVII y XVIII. Como siempre, las instituciones dejaros escapar este precioso legado.