Diario de León

CARTA TE ESCRIBO Martín Martínez

Adiós a Alonso Luengo

Querido hermano: ¿Cómo contarte el sentimiento que embarga a esta ciudad? La desaparición de don Luis, no por esperada menos sentida, nos ha llenado a todos de dolor, porque con él se nos ha ido una buena parte

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Don Luis había llenado casi un siglo de la vida astorgana con su propia vida que, generosamente, había dedicado a ensalzar esta su ciudad natal que ahora se queda huérfana porque se ha ido su patriarca intelectual, su Cronista, su poeta, su cantor, su enamorado. Se nos fue, querido, un astorgano -él hubiera escrito en "Humo"- de pro. Un embajador de la ciudad allá donde estuviera, un sembrador de astorganismo que hacía ver a cuantos quisieran escucharle -éramos todos- con embeleco singular las excelencias de esta su tierra, de la que hablaba y escribía sin cesar, sin tregua, sin descanso. Era el mejor y más acendrado propagador del leonesismo, en Madrid, sin caer en el extremismo, porque tenía muy claro, para él, la idea de León en el contexto histórico español y en el orden internacional; y como tal sentaba cátedra en la Casa de León de la que fue cofundador y presidió un tiempo, así como en cuantas tertulias participaba. Por eso, hermano, y por muchas cosas más, un día los astorganos, a través del Ayuntamiento, lo proclaman Cronista Oficial de la ciudad; otro, hace lo propio el Consistorio de Hospital de Órbigo, donde raíces familiares se nutren del venero ribereño, cabe la puente medieval, la de don Suero, personaje al que don Luis dedicó uno de sus emblemáticos libros, allá por 1950. Un día le conceden la medalla de oro de la provincia, y al otro le nombran Leonés del Año; la Real Academia de la Historia le elige Miembro Correspondiente, honor que comparte algunos años con sus dos grandes amigos, José María Luengo y Augusto Quintana, con los que ayer volvería a conversar de la historia de Astorga, y sus entresijos. Podría estar desgranando sus distinciones y nombramientos, honores y agasajos, pero se me quedaría corto el espacio; el que le llenaba, el más alto para él, sin duda alguna era ser Cronista de Astorga, su pasión siempre pregonada; y por ello otro año lo nombran Hijo Predilecto y le dedican una de las calles de la Astorga medieval, la que fuera Travesía del Ángel, al cobijo de la vieja parroquia de San Julián. Y cierro, hermano, destacando el aspecto creador de don Luis; era el gran fabulador, contador de leyendas, dichos y anécdotas; hubiera sido un magnífico cuenta-cuentos que dicen ahora, lo era. Su anécdota, que además es verídica, nunca quería contarla; don Luis fue el inventor del cocido maragato; la hostelería astorgana tendrá deuda eterna con él, porque fue quien propuso degustar el primer cocido, al revés, en Santa Colomba de Somoza, en la década de los sesenta. Las circunstancias, y las exigencias de Ángel Herrero, del Moderno, guardador de su prestigio culinario no aconsejaban un cocido. Don Luis varió la degustación, Herrero aceptó y se sirvió. Nacía el cocido maragato. Y don Luis, mente fabuladora y legendaria, tenía que justificar el hecho; y con la maestría habitual enredó a los franceses de Castrillo de los Polvazares en su madeja; enhebró, la historia de las prisas de Junot por atacar Astorga, o defenderse, que daba igual, siendo aquellos gabachos los primeros en la ceremonia gastronómica que hoy tiene tanto éxito. Ayer lo despedimos, envuelto su féretro con la Seña, la Bandera de Clavijo, de la que tanto escribió, hasta lograr la recuperación de la Zuiza. Un día de estos degustaré un cocido en memoria de don Luis. Descanse en paz.

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