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La calle Padre Blanco recuerda al crítico y escritor astorgano

La gloria de las letras hispanas

La calle Padre Blanco discurre en paralelo al paseo de la muralla

Publicado por
León

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La semana pasada introdujimos a nuestros lectores en la estrecha y peatonal panorámica urbana de la calle que recuerda al Padre Blanco, antes llamada calle de las Torrecillas. A la vera del trayecto que discurre entre la vía de Leoncio Núñez y la calle del Carmen, conformado por edificios actuales que se intercalan con algunas construcciones pertenecientes al pasado, se ubican algunos de los mejores vestigios que el imperio romano dejó en Astorga. En este lugar se asentaron las Termas menores, erigidas en el año 50 después de Cristo y que aún conservan sus muros en buen estado de conservación, con alzadas que superan los 3 metros de altura. También en el entorno apareció tiempo atrás la bautizada como casa de los denarios, por el tesoro de monedas de plata que custodiaba y hoy podemos admirar en el Museo Romano. Junto a ella, en excavaciones posteriores, han salido a la luz una cloaca adintelada y una calzada que debieron pertenecer al primitivo campamento de la Legio X Gemina. Y aquí mismo, en la entonces llamada calle de las Torrecillas, vino al mundo el 3 de diciembre de 1864 un niño que fue bautizado como Francisco Blanco García, hijo de un maestro de escuela muy conocido. En plena juventud ingresaría en el convento de los Agustinos de Valladolid, el año 1877, cursando estudios de Filosofía y Teología, completados luego con Filosofía y Letras. Conscientes de la clarividente inteligencia del astorgano, sus superiores le dedicaron a la enseñanza de nuevos alumnos en el Real Colegio de Alfonso XII, sito en el majestuoso monasterio de El Escorial. Pero las tareas docentes no colmaban las inquietudes intelectuales del ya llamado Padre Blanco, quien apenas cumplidos los 20 años emprendió la redacción de la obra que asombraría a sus contemporáneos y que aún se considera una referencia imprescindible en los estudios críticos hispanos. Incansable en sus labores investigadoras, aunque sin renunciar a los estudios filosóficos, teológicos e históricos, las primeras obras que el Padre Blanco dio a la imprenta serían una novela y un drama sobre la Muceta Roja de Carracido. Apenas la punta del iceberg que daría paso a su magnífica obra titulada Historia de la Literatura del siglo XIX.