Diario de León

Santos como Toribio, Dictino y Marta corroboran su vitalidad religiosa

Una diócesis de lo más santa

La historia de la diócesis de Astorga viene también determinada por sus gentes, entre ellas un buen número de santos, algunos venerados en los altares. Santo Toribio, patrón

Santo Toribio es honrado por Astorga y San Justo de la Vega como aparece en la foto de una procesión

Santo Toribio es honrado por Astorga y San Justo de la Vega como aparece en la foto de una procesión

Publicado por
Miguel Ángel Tranca Redacción - ASTORGA.
León

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Entre los nombres con más arraigo dentro de la santidad en Astorga y su comarca destacan los de santo Toribio y santa Marta. El primero, sucesor precisamente de otro santo en el Obispado de Astorga, san Dictino, dirigió los destinos de la diócesis desde el año 420 al 444. Natural de la denominada por aquel entonces Provincia de Galicia en la que se encontraba Astorga, llegó a ser Custodio de los Santos Lugares. Nombrado obispo de Astorga, fue objeto de una acusación de adulterio por parte del arcediano de la Catedral, Rogato, llegó a demostrar su inocencia ante los feligreses para emprender una labor ardua en contra de los Priscilianistas. Después de muchos avatares, incluido el cautiverio a manos de los godos, el santo regresó a Astorga para continuar su labor, no sin más difamaciones, hasta su muerte acaecida en el 480. Otra santa venerada por los astorganos es santa Marta. La patrona de Astorga, según cuenta la tradición, nació y vivió en la capital maragata en el siglo tercero. Precisamente su coetaneidad con el periodo de dominio romano le llevó a negarse a adorar a sus dioses. Llevada al tribunal, santa Marta no dudó en confesar su religión, la cristiana, hecho que le llevó a ser azotada y encarcelada. Tras una segunda comparecencia y después de rechazar varias promesas del citado Procónsul, la santa fue mandada degollar siendo su cuerpo, según reza la tradición, enterrado en «un lugar inmundo» del que le sacó una cristiana y le dio honrosa sepultura. El culto dado a la santa no sólo corresponde a Astorga sino a otras poblaciones de la diócesis, entre ellas Camarzana de Tera. Pero sin duda es en Astorga donde santa Marta se ha convertido en el referente a la hora de hablar de la religión católica. En la bimilenaria ciudad, además de tener una iglesia con su nombre, también tiene el honor de ser la patrona. La figura de san Dictino Otro de los santos notables de la diócesis astorgana es san Dictino. Obispo desde el año 396 hasta el 420 e hijo de Sinfosio, otro obispo de finales del siglo IV, fue educado por su padre en los errores de la secta que practicaba, la de los priscilianistas. Pero tras el Concilio de Toledo, san Dictino abjuró de la secta para encaminarse a un apostolado seguro y siempre preocupado por los más necesitados. Se cree que fundó el convento que llevaba su nombre, en el barrio de Puerta de Rey, que se convirtió en parroquia. Hoy se recuerda a través del nombre de una calle. También natural de la diócesis asturicense fue san Jenadio. Algunos estudiosos suponen su nacimiento en el año 850. Llegó a ser monje del monasterio de Ageo, desde el que se trasladó con otros compañeros a San Pedro de Montes. Allí, junto a sus compañeros reedificó el monasterio. Fue elegido abad por el obispo de Astorga Arnulfo. Llamando sus virtudes la atención del rey Alfonso III el Magno, pasó a ocupar la silla episcopal de Astorga hacia el año 899. Impulsor de la construcción de innumerables monasterios, renunció a su cargo en el año 919 en el que volvió al monasterio de Santiago de Peñalba. También cabe destacar a san Fructuoso. Descendiente de los reyes visigodos de España y natural de El Bierzo. Mientras vivieron sus padres se entregó a la austeridad en su palacio. Llegó a fundar un monasterio dedicado a San Justo y Pastor, dotándolo de cuantiosos bienes que había heredado. Pero el santo estaba convencido de que necesitaba aún más austeridad y, renunciando a su cargo de abad, se retiró, según cuenta la tradición, «a otros montes distantes a unas dos leguas de Compludo», a La Aquiana. Allí fundó otro monasterio, el de San Pedro de Montes. Elevado a la dignidad episcopal en Mondoñedo, pasó a la silla de Braga donde falleció el 16 de abril del año 665.

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