OPINIÓN Pedro González Castro
Villasfrías honra a su patrona
En el pueblo leonés de Villanueva del Condado está situada la Ermita de Nuestra Señora de Villasfrías del siglo XV. Según la leyenda, en 1420 un muchacho de unos 14 ó 15 años, mudo de nacimiento y pastorcillo, vio que sus ovejas se alejaban de aquel pasto y, acercándose descubrió una hermosísima rosa que al cogerla y acercarla a los labios comenzó a hablar por primera vez en la vida. A sus padres la rosa encontrada les parecío una prenda sagrada y al día siguiente todo el pueblo trasladó al lugar encontrado una imagen de la Virgen que traía unas bellas rosas en las manos. Los pueblos de Vegas del Condado y de Villanueva del Condado construyeron una Ermita en el lugar, siendo venerada por ambos pueblos con devoción. Pasado el tiempo se construyó una imagen idéntica a la primera por las rencillas existentes entre los pueblos, colocándolas una al lado de otra. Estas dos imágenes gemelas fueron robadas de la ermita a mediados de este siglo y han sido sustituidas por otras dos idénticas. Entre ambas imágenes, unidas por un rosario, se encuentra la imagen pequeña de San Salvador. Cercano a la Ermita se supone estuvo situado un poblado que se cree fue el origen de los dos pueblos y que se denominaba «San Salvador de Villafría». Al despoblarse la localidad, por traslado de sus moradores a Vegas y Villanueva, la ermita pasó a ser por igual de ambos pueblos y sus tierras próximas quedaron mixtas de las dos localidades. El terreno se dividió el 31 de enero de 1934 quedando la ermita en término de Villanueva. Se sigue manteniendo la costumbre de los mayordomos por la que los matrimonios más mayores se encargan del arreglo y limpieza, un año cada pueblo, de la Ermita. A la ermita acuden los habitantes de ambos pueblos desde su parroquia portando sus respectivos pendones y pendonetas adornadas con flores, que al encontrarse en la procesión se saludan con una inclinación. Se celebra la misa en el interior de la ermita y a su finalización se canta la Salve tradicional. A lo largo de las paredes de la ermita se encuentran numerosos cuadros que rememoran agradecimientos y milagros de la Virgen y que se colocaban por los devotos para cumplir promesas. En la campa se pueden comer las tradicionales habas y beber buen vino que cada pueblo se preocupa de que estén cada año mejor condimentadas creándose un sano ambiente de rivalidad, mientras se admiran los bailes regionales. Tradicionalmente se comía en la campa pero en la actualidad son pocas las personas que lo hacen. Después de varios años de decaimiento de esta romería se ha conseguido volver a revitalizarla siendo cada año mayor el número de visitantes que consideran este lugar como punto de encuentro y rememoranza de tradiciones que se transmiten de generación en generación.