Diario de León

En esta vía se encontraba el famoso y desaparecido puente de Mojaelgallo

General Benavides (I)

Los juzgados rematan esta calle de la ciudad, que une la plaza de Antonio Colinas a la Nacional VI

Los juzgados rematan esta calle de la ciudad, que une la plaza de Antonio Colinas a la Nacional VI

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León

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No es preciso ceñirse al perímetro más céntrico y cargado de viejas resonancias históricas, instalado naturalmente en torno a la emblemática Plaza Mayor, para encontrarse con atmósferas evocadoras y calles llenas de vida, a modo de metáfora descriptiva de lo que representa esta ciudad que se adentra con paso firme y optimista en el siglo XXI. Es el caso del paseo dedicado a don Nicolás Benavides Moro, el recordado General Benavides, cuyo trayecto parte de la plaza nominada en homenaje al galardonado escritor Antonio Colinas. Aquí mismo, en lo que ahora se configura como una panorámica plena de actualidad, existió antaño el afamado puente de Mojaelgallo, citado documentalmente en multitud de escritos antiguos que nos hablan de tierras, huertas y posesiones transmitidas de generación en generación. Del vetusto puente de Mojaelgallo, también llamado puente de la calle Astorga, aún se conservaron algunos vestigios de sus arcadas hasta la pasada centuria. En sus cercanías se alzaba la ermita y hospedería de Santa Marta, construida en el remoto siglo XIV, y tras pernoctar los peregrinos entre sus muros, oían la misa del alba y luego eran acompañados por el sacerdote y los cofrades de Santa Marta hasta el puente de Mojaelgallo, donde recibían una última bendición. Denominación ancedótica ¿De dónde proviene tan singular y curioso nombre? Como la mayor parte de relatos y curiosidades acerca del pasado de nuestra ciudad, debemos esta historia al bueno y siempre bien informado don Conrado Blanco. Al parecer, el vizconde de Bazán tenía entre sus hombres a un trompeta enamoriscado de una hermosa bañezana que lavaba habitualmente sus ropas en dicho puente. Cierta tarde de otoño el galán, a lomos de su montura, contemplaba desde lo alto la figura de su amada, cuando un gallo escapó de manos de su propietario, siendo perseguido por un perro que comenzó a ladrar tras él. Ante semejante escena, el caballo del trompeta relinchó, se encabritó y en uno de los saltos despidió por encima de sus orejas al jinete, que fue a dar con sus huesos en plena corriente de agua. Cuando se le rescató, tenía fuertemente apretado entre sus manos al dichoso gallo motivo de todo el jaleo. Y de ahí viene, precisamente, el término de «Mojaelgallo». El puente desapareció mucho tiempo atrás, al igual que el llamado molino del Hoyuelo que estuvo a la entrada de nuestro paseo, bajo la agobiante presión urbanística de los tiempos modernos. Una era de progreso y velocidad patentizada en las cocheras de la Empresa Ramos, una de las principales de León en cuanto al servicio de viajeros, que están ubicadas a mano derecha de la calle.

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