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OPINIÓN Padre Albano

Primeras letras en Mansilla

Publicado por
León

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Más de una vez he dicho que el escudo de Mansilla de las Mulas no me gusta nada y el apellido sólo a medias. Lo del escudo -una mano sobre la silla de la mula- es una ocurrencia vulgar, nada ingeniosa, ni culta, sino más bien agreste y barbechal. Con el bonito escudo que habrían podido componer motivos como el de Mansilla legionaria, calzada, Camino Real, murallas y río Esla, por ejemplo. Lo del apellido -de las Mulas- tiene algún fundamento histórico y económico, como aún siguen recordando Ferias como las de San Andrés. Ya en el siglo XVI figuran esas Ferias con las de Carrión, Sahagún Villada, Mayorga, Valderas y Rioseco, por no citar más que las cercanas. El maestro y la cuota escolar Hoy no trato del nombre, ni del apellido de Mansilla, sino de otro aspecto muy instructivo de su historia, tanto que se refiere a la instrucción de los niños de la villa y lo que pagaban al Maestro de Primeras Letras. El documento que nos ofrece los datos sobre la situación escolar, El Maestro y su salario, es del año 1778, aunque a juzgar por el contexto, la situación era ya anterior. Nada más expresivo que las palabras del documento estipulado por el Escribano Lorenzo Llamazares. En la villa de Mansilla, a 11 de mayo de 1778, Manuel Rubio, Manuel del Olmo, Regidores y Luis de Grajal Mogrovejo, Procurador del Común, dijeron que Alonso Castellanos, de la villa de Añoza (Palencia) se había presentado pretendiendo la Escuela de Niños de Primeras Letras y juntándose el Común, se atendió la petición y que tenga efecto la admisión. Las condiciones son las de darle 300 reales por parte del Concejo y por parte de los niños lo siguiente: siendo de leer, un real por cada mes y dos libras de pan de trigo. Si escribiesen, dos reales más y dos libras de pan. Si contasen, tres reales, más las dos libras de pan. Al Maestro le hacen contrato por un año y Alonso Castellanos lo aceptó, como también que si hubiere de hacer alguna ausencia, debería dar aviso al ayuntamiento. Y ambas partes firman el contrato. Bien miradas y consideradas las condiciones del simpático documento, no dejan de resultar interesantes. En primer lugar por el interés del Concejo de Mansilla por la instrucción escolar ya en el siglo XVIII y antes Mansilla era una villa bien situada: cercana a la capital, en pleno Camino Real, con carreteras hacia la montaña y hacia la llanura y el Esla hacia el Océano. Era población amurallada y con gobierno de señores Almirantes. Ciñéndonos a los datos del texto con sus connotaciones, es evidente y de alabar la preocupación del Concejo por la instrucción infantil en ese tiempo del siglo XVIII y antes. No dudan en contratar a Don Alonso como Maestro de Primeras Letras. Contribuyen con 300 reales anuales; procuran que los padres sean conscientes de la importancia de la instrucción de sus hijos y exigen al Maestro responsabilidad en su oficio. Ciclo escolar Enseñar a leer, escribir y contar era la obligación del Maestro de Primeras Letras. Leer, escribir y contar era el aprendizaje que se consideraba gradualmente más importante, y lo reflejaba también el precio. Con respecto al salario del Maestro, cierta asignación suponían las cantidades indicadas, pero con todo y con eso, el buen Maestro, Don Alonso Castellanos caía de lleno en lo que reflejaba el dicho ya de entonces y de después, expresado en las palabras de pasar más hambre que un Maestro escuela. Cuanta pasaba Don Alonso Castellanos no lo dice la Escritura, aunque se puede suponer. No creo que lo dicho pueda ser interpretado en sentido negativo o afrentoso por los de Mansilla, sino más bien al contrario. En todo caso, son datos significativos sobre la situación escolar infantil en pueblos y villas de prácticamente toda la geografía nacional en ese tiempo. Recordando imaginativamente las antiguas escuelas del ángulo de las carreteras y después y ahora el Colegio «Mayor Zaragoza», pienso cuánto trigo y harina de instrucción molieron en Mansilla las aguas de la historia, sin olvidar la contribución de algún otro Centro de instrucción que hubo en Mansilla y de que aún quedan restos y nombres de recuerdo. Algo parecido en la molienda a las aguas del Esla, que esas sí que molían auténticas raciones de trigo y harina; tan necesarias como la instrucción y la cultura. A fin de cuentas, el del agua y el de la cultura son dos ríos de cauce y caudal bastante paralelos.

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