La barbería de los calvos
¿Se acuerdan de esas entrañables barberías donde se afeitaba y se esculpía el pelo con navaja? Sí, hombre, esas en las que siempre que pasaba uno por delante veía a los mismos clientes departiendo sobre las buenas y malas nuevas, sobre la columna de González Ruano, las maravillas de Di Estéfano (Puskas, Gento, Del Sol¿) la clase de Ben Barek (la delantera de seda), los cabezazos de César (Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón) o la última corrida de Dominguín (ya tuviera enfrente a un Miura o una guiri). Aquellos locales con perpetuo olor a Floid y Varón Dandy, con el periódico arrugado por su eterno tamaño sábana y un empaque decadente, íbero y cañí. Yelmos, brochas y bacinillas, lociones y horas y horas de tertulia. Esos momentos pequeños y sin aparente importancia que resumen toda una vida, sobre todo por la buena compañía. Y es que la semana pasada, los de la Escuela de Cine de Ponferrada se plantificaron una barbería en el plató para una peliculita y no le faltaba detalle, escaparate con lluvia incluida -igual una guitarra, porque uno se acuerda de que hace décadas los barberos solían tocarla para matar las horas muertas -. La historia ya la verán ustedes cuando se estrene, pero en este artículo me quiero referir a los ínclitos y adorables personajes que han actuado. Un romance se estableció entre actores y estudiantes gracias a la paciencia, profesionalidad y encanto de Alberto, Delmiro, Álex y Lamana, entre otros, quienes se entregaron en el proyecto con la misma ilusión que los chavales. Una anécdota: todos eran calvos o se tiene la raya del pelo muy ancha. Y entre toma y toma se creó algo parecido a lo de las barberías de entonces: esa placidez de la buena charla, de las anécdotas, de la alegre compañía y de los maravillosos tiempos muertos en los que se resume la vida. Como maestro de ceremonias, ilustre entre los bercianos y alma de la fiesta, el más calvo de los actores, el hombre del periódico en esta película, el viejo entrenador, el portero del Numancia, el rey del Pulpo y el futuro abuelo más famoso de Ponferrada: Nino Cubelos. El amigo de sus amigos, la afable memoria de varias generaciones, el narrador de historias. Todo un caballero que deslumbró al respetable, porque disfruta con las pequeñas cosas y que debería tener una calle en esta ciudad porque gente como él es la que nos recuerda, a diario, que la vida se resume en esos momentos que se intentan plasmar en el cortometraje del barbero y que él crea como nadie.