Diario de León
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En cuanto a los residuos de alta actividad, su almacenamiento y gestión son muy complejos porque la vida de los isótopos que contienen supera los 300.000 años. Actualmente, se están depositando en grandes piscinas ubicadas en las propias centrales, colocados en bastidores metálicos bajo el agua que actúa como refrigerante y como blindaje contra las radiaciones. Con el paso del tiempo, el combustible pasa a unos contenedores metálicos (en seco) actuando el aire como refrigerante. En los 34 años de historia nuclear de España las piscinas conservan más de 2.400 toneladas. Desde hace años, los investigadores trabajan en una solución definitiva de la basura nuclear de alta actividad que pasa por el Almacenamiento Geológico Profundo (AGP), es decir, enterrarlos en zonas estables ricas en granito, arcilla o sal. Igualmente, se estudia el reprocesamiento del material para convertirlo en un nuevo combustible o transformarlo en residuos de baja o media actividad mediante un proceso químico y nuclear que rompa los isótopos de larga vida utilizando chorros de neutrones. Los planes de residuos nucleares elaborados por España han aplazado hasta el año 2020 la decisión sobre el destino final de estos residuos y, ante el desmantelamiento de las centrales nucleares obsoletas (la última, Vandellós I), el gobierno está firmando acuerdos con países como EEUU, a los que envía la chatarra contaminada para su tratamiento. Por su parte, la UE ha obligado a los estados miembros a que antes del año 2008 se pronuncien sobre la ubicación de sus AGP, y que sea operativos 10 años más tarde. Aunque podría parecer tiempo suficiente, el rechazo generalizado de esta opción supondrá un pacto entre todas las administraciones, que se ofrezcan compensaciones económicas y, sobretodo, garantías de seguridad que despejen las dudas de una catástrofe.

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