Diario de León
Publicado por
Manuel Cuenya
León

Creado:

Actualizado:

INCLUSO con treinta y cinco años a cuestas uno comienza a entender que la vida es demasiado corta y terrorífica, sobre todo para algunos. Entonces te entra la náusea y vomitas tus ilusiones en el lavabo. Por momentos el autoengaño deja de funcionar y crees pensar con cierta claridad. Por mucho que intentemos vivir, siempre nos sentiremos sometidos al yugo existencial, al paso inexorable del tiempo, ese tiempo que aparece como un tanque de guerra en nuestros diarios y delirios más coherentes, un tiempo verde y precioso que se nos escurre entre los dedos del alma. El alma también tiene dedos y es capaz de tocar el piano del tiempo con aceleración cardíaca, a ritmo de infarto. Cada instante es único, irrepetible, aunque nuestra vida sea a menudo extremadamente rutinaria. «Yo no tengo próxima vez -escribe Bioy Casares en La invención de Morel-, cada momento es único, distinto, y muchos se pierden en descuidos». Cuántos momentos perdemos en nuestra vida. Nunca uno vive la vida que soñaba en la más tierna infancia, cuando creíamos en los héroes y las hadas madrinas, cuando aún creíamos que algún día llegaríamos a volar como los pajaritos. Los ideales, desafortunadamente, se van desvaneciendo con el paso del tiempo. No nos queda más remedio que aceptar nuestra condición de mortales. Tenemos que aceptar que somos seres limitados, vulnerables. Hay un poema de Jorge Luis Borges que me sigue poniendo los pelos de punta, que a uno le hubiera gustado escribir. Lleva por título «Instantes», como el artículo que ahora intento escribir. Es un poema muy conocido, que hasta se llegó a utilizar en un anuncio televisivo. El poema comienza así: «Si pudiera vivir nuevamente mi vida/en la próxima trataría de cometer más errores/No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido,/de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad». A decir verdad conviene no tomarse demasiado en serio esta vida, que con frecuencia se vuelve absurda y dramática. Como la guerra y el horror que en cierto modo todos hemos sufrido, estamos sufriendo, porque nunca la paz reinará en este mundo de caníbales y reyes, psicópatas y endiosados. «Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo/ a principios de la primevera y seguiría así hasta el otoño/... contemplaría más amaneceres/ y jugaría con los niños...» Si tuviera otra vez la vida por delante, ay, entonces iría a más lugares a donde nunca he ido... correría más riesgos, haría más viajes. Es primavera y me estoy muriendo de ganas por volver a la ciudad en que nacieran Bioy Casares y Borges.

tracking