La salud literaria de León

LEÓN, como todo el mundo sabe, produce escritores, poetas y músicos en tales proporciones que obliga a pensar si no estaremos los leoneses genéticamente diseñados para tan altos menesteres. Y aparte aquellos nombres ya famosos que andan por las cumbres solos, de vez en cuando, surge a la superficie literaria «otro» escritor leonés merecedor de todas las atenciones. Porque sucede que a veces o como fenómeno natural del proceso de creación, el escritor nace, expulsa su libro y se desvanece. Tal es poco más o menos el caso de Salvador de Pablos López, autor de un libro, de un relato breve de muy singular relieve, titulado «Yehudi (Relectura de Papini)», ganador por cierto del Premio «Hontenar» de narración breve que auspicia la Editorial Ponferradina. Salvador de Pablos López, fue hace ya algunos años, una de las figuras clave para entender el proceso intelectual de León. Anduvo a trancas y barrancas por la Radio, emitiendo comentarios, críticas y presentaciones literarias de alto bordo y cuando le era llegado el momento hacía versos. Salvador de Pablos, publicó novelas y versos y obras de investigación regional y cuando cubrió el sólido expediente de una función por muchas razones digna de estimación, se cobró el derecho de la ausencia, que es mal o derecho que todo escritor cumple cuando se siente abrumado por presiones ambientales, y luego de cumplido este trámite, regresó a la casa del padre, no como hijo pródigo que intenta que le sean perdonadas sus faltas para merecer el premio, sino como inagotable miembro de la comunidad leonesa, que se reincorpora a la grey literaria de León dispuesto a reanudar aquella obra que fuera interrumpida, aunque nunca suprimida de sus devociones. Y el resultado reciente de esta nueva forma de vida literaria del escritor andante es esta novela, que no novelita, a pesar del enunciado del Concurso del que saliera vencedora, en la cual el excelente fabulador que es Salvador de Pablos pone de manifiesto su capacidad, su inagotable imaginación y su sensibilidad. Porque no basta con conocer los recursos del oficio de escribir para conseguir un libro digno de ser seleccionado, sino que éste proporcione al lector emoción, conocimiento y esa cierta complicidad que todo libre exige del lector para su completa formulación. Lo que el autor recoge en este relato no es solamente el hecho, el evento del estudiante español que becario en París expone en su agenda de peregrinaje por Europa, (París exactamente), sino que mientras relee las cartas de un exiliado de la guerra española, anota en su carnet de notas los acontecimientos que se desarrollaban en el mundo y que fueron motivo de expectación universal. Y todo ello rebozado en una prosa llana, clara y penetrante, que consigue el interés del lector de manera tan absoluta que así que se abre la página primera del libro se sienta como inserto, como vinculado, por mil razones, a la complicada y dolorosa peripecia de sus agonistas y protagonistas. El fenómeno de la creación literaria, poética, musical y artística en general resulta en León algo verdaderamente milagroso o si se quiere una demostración rebelde de la falta de sintonía entre el pueblo avizor y los representantes políticos y culturales, todos, o si se quiere todos salvo excepciones que confirman la regla, más bien dedicados exclusivamente a resolver o a encarar, sin resolver, cuestiones de superficie, dejando al margen toda invitación artística o intelectual, tal vez, acaso, quien sabe, porque lo artístico, lo cultural en su dimensión más real, no está en ninguno de los programas previstos por los estrategas. Este libro, como quizá otros no menos dignos de mención, viene a remover los lodos de la indiferencia leonesa. Se trata de un libro digno de ser leído, entendido y sentido y de un autor que de esta manera impone su fe en lo que hace y lo que hace conviene a la buena salud literaria de León. ¡Albricias!