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Publicado por
ALBERTO PÉREZ RUIZ
León

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ES LÓGICO que cuando alguien deja una institución por la que ha trabajado durante 24 años, tenga un sentimiento próximo a la tristeza o a la nostalgia. En el caso de mi marcha del Ayuntamiento de Valencia de Don Juan ese sentimiento viene atenuado por dos circunstancias, la satisfacción que produce haber trabajado por una causa lo mejor que uno ha sabido o ha podido y sin ventajas materiales. Estos ocho años difíciles de oposición han hecho de este momento una especie de liberación. Y no me refiero al mal trato recibido ni a unos insultos y descalificaciones demasiado frecuentes. Lo peor ha sido la negativa constante a admitir cualquier tipo de aportación constructiva en un clima casi irrespirable derivado, a mi juicio, de la convicción de la mayoría gobernante de que la oposición no representa a una parte del pueblo tan digna como la que a ellos les ha apoyado. La oposición, y en particular algún miembro de ella, es simplemente un estorbo a eliminar, alguien que cuanto más lejos mejor. Pero hoy quería hacer dos reflexiones. La primera sobre la diferencia abismal entre la Valencia de Don Juan de hoy y la que nos eligió el año 1979 para regir sus destinos. Tan absurdo sería que alguien intentara atribuirse en exclusiva el mérito de este cambio espectacular como que se pretenda negar la aportación, mayor o menor, que han ido haciendo cada uno de los responsables municipales. La segunda consideración me llena de preocupación porque me da la impresión de que durante estos cinco lustros se ha producido un cierto deterioro de la democracia. Hubo un tiempo en que muchos pensábamos que había llegado el momento en que ya nadie iba a entrar a trabajar para las administraciones públicas como en los tiempos del caciquismo sino ateniéndose a los principios aprobados por la ley: publicidad, mérito y capacidad. Hoy se ha vuelto al clientelismo y al favoritismo de toda la vida. Para referirnos a un caso concreto, muchos de los 50.000 empleos recientes que han sido noticia estos días, responden a contratos temporales hechos por los ayuntamientos con criterios muy distintos a los legales. Pero hay otro ejemplo aún más preocupante: me refiero al mensaje que en esta campaña electoral ha lanzado el PP sin ningún tipo de pudor ni de disimulo: si queréis que en vuestros pueblos se hagan inversiones, y se ponían como ejemplo residencias, tanatorios o recuperación y restauración de monumentos, votad al PP, porque si elegís un alcalde socialista, éste no tendrá ni un duro para todas las inversiones que promete. Y ese mensaje, oído por ejemplo en Valencia, en Gordoncillo, en Toral o en Mansilla venía trasmitido por el actual alcalde coyantino y avalado casi siempre por algún representante de la Junta , institución que se ha hecho adalid de las cotas más significativas de reparto caciquil de los dineros públicos Si alguien tiene para estos hechos una explicación diferente de la mía, haría bien en darla cuanto antes para tranquilizarnos. Mientras tanto entendemos que se está anunciando un uso partidista y sectario de los fondos públicos y que éstos no se van a emplear de acuerdo con las necesidades de los ciudadanos, sino con la conveniencia del partido que les gobierna.

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