| Las calles | Gabriel Franco (y 2) |
El ministro de Hacienda astorgano
En la anterior entrega repasamos la fisonomía urbana de esta arteria nominada en recuerdo al político astorgano don Gabriel Franco, cuyo trayecto se extiende entre la calle de Manuel Gullón y la plaza de San Julián, cobijo del emblemático santuario de Fátima. Se trata de una vía con un gran sabor de época, recorrido habitual para los peregrinos de la antigüedad que pasaban por Astorga con dirección a Santiago de Compostela. Al final de su periplo aguardaba el sepulcro del Apóstol, punto final para ese Camino de Santiago conformado como la ruta más devocional y militante de la vieja Europa. Pero el más importante de los vestigios históricos que aparecen en su trazado es, por supuesto, el templo dedicado por los fundadores romanos al emperador Augusto. La Aedes Augusti se construyó a mediados del siglo I y era un lugar utilizado también para las reuniones del senado ciudadano y de la curia conventual, además de ser el escenario donde tenían lugar los sacrificios de animales. Pórtico oeste del foro En cuanto a su ubicación, el templo estaba integrado en el pórtico oeste del foro y bajo su subsuelo, tal como ocurre en otros muchos puntos de la ciudad, discurría una cloaca abovedada. Curiosamente, la calle ha llevado en los últimos tiempos los nombres de dos personajes absolutamente contrapuestos en el panorama político del siglo XX. Porque antes figuró la denominación de General Mola, en recuerdo a uno de los principales inspiradores de la sublevación militar de 1936. Ahora, en una decisión mucho más lógica y adecuada a exaltar la figura de un personaje local, lleva en su rótulo un explícito homenaje a don Gabriel Franco López, nacido en Astorga el año 1897. Pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, la JAE, se especializaría en Ciencias Económicas y Sociales, pasando por las prestigiosas Universidades de Tubinga, París y Berlín. Gracias a su sólida formación ganó, por oposición, la cátedra de Economía y Hacienda Pública en la Universidad de Murcia, en el año 1927, pasando posteriormente a la Universidad de Salamanca. Atraído por la vida política en aquella ilusionada España que acababa de destronar a la monarquía de los Borbones para dar paso a uno prometedora república, Gabriel Franco obtuvo un acta como diputado por León en las Constituyentes de 1931, integrado en la formación bautizada como Unión Republicana. Corrían tiempos de gran efervescencia y nuestro protagonista colaboró activamente en la elaboración de las principales leyes promulgadas en la España de la época, referidas siempre a cuestiones financieras y de tributos públicos. Muy vinculado al futuro presidente Manuel Azaña, el astorgano participó activamente en la campaña electoral para las decisivas elecciones de 1936, acompañando a su mentor político en el mitin dado en la capital leonesa el día 12 de febrero. Aquella fecha hablaron en el Teatro Principal, a un precio de 5 pesetas por butaca, Gordón Ordás, el citado Manuel Azaña y nuestro protagonista, en un acto que fue retransmitido por radio a la Casa del Pueblo, el Salón Oriental, el Industrial Cinema, el Azul y el Café Novelty. Alrededor de 20.000 personas siguieron con interés a los oradores, e incluso Azaña tuvo que salir al balcón del Hotel Oliden, donde se alojaba, para saludar a la multitud. Gobernador del Banco Exterior Sus esfuerzos fueron recompensados, en las elecciones para diputados a Cortes del 16 de febrero de 1936, con 72.700 votos, accediendo acto seguido, con apenas 39 años, a la cartera de ministro de Hacienda, siendo nombrado posteriormente gobernador del Banco Exterior de España y consejero del Banco de España. En esa época formaría parte de una comisión creada para estudiar la cuestión agraria, uno de los problemas inmemoriales del país. Exiliado al término de la Guerra Civil, Gabriel Franco se trasladó a Puerto Rico, donde impartiría clases en la Universidad, pasando en 1939 a Méjico e incorporándose igualmente a la plantilla de la Universidad Nacional Autónoma. Allí destacaría por sus muchos conocimientos sobre finanzas públicas, ocupando el cargo de gerente en la Sociedad de Fomento Económico Mexicano. Tras publicar diversas obras centradas siempre en su actividad profesional, al final de su vida logró regresar a España. Y fue en Madrid donde Gabriel Franco, uno de los máximos valedores de la república, falleció en 1972. Su memoria ha sido recuperada gracias a la calle que lo recuerda.