Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El mercadillo

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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QUE NADIE se escandalice cuando concedemos la calificación de mercadillo a algo tan, al parecer, importante para la vida de los pueblos como es o pretende ser el fenómeno electoral. Subjetivamente y sin que sea motivo de bronca ni de retiro de credenciales, todo el proceso electoral, desde que se anuncia hasta que se consume, no es sino un juego ferial de toma y daca, de trueque, de gitanería, de mercadillo en suma. Cuando los respetables comités elaboradores de las listas se reúnen en sus respectivos laboratorios, lo que hacen, lo que se fabrican, lo que se disponen a ofrecer es un producto, humano y político, pero producto al fin y al cabo, mediante el cual, el ofertante promete al comprador o beneficiado un feliz argumento para servir al pueblo o para servir al partido que le ha promocionado, o simplemente para servirse a sí mismo, dado que no tan sólo de pan vive el hombre. Y la mujer mucho menos. Luego, cuando una vez completas las dichas listas de candidatos posibles la operación queda rematada, el mercadillo ofrece ya el producto acabado. O lo toma o lo deja. Y el candidato puesto en venta se esfuerza en ofrecer al presunto comprador su aspecto más favorable para que no le pueden ser negados los favores del elector. Y este a la vista de las figuraciones, de las proyecciones y de los discursos compra o no, es decir, vota o no vota, que esa es la cuestión. Y ya casi pueda decirse que la aventura mercantil ha entrado en su fase principal, que es cuando la parte contratante firma el contrato por la que la otra parte contratante le cede el producto, con la condición de que le sea abonado el precio consabido. Puro mercado. Cuando este tranco del fenómeno electoral se produce, se extiende por el recinto ferial una pausa, la del repaso, la del contraste, la del análisis. ¿Qué beneficio he conseguido yo en la operación? ¿Adónde me pueden llevar la firma de este o del otro pacto o entendimiento mercantil? Tan tenso resulta este momento que los participantes en el tráfico se quedan como la mujer de Lot convertidos en estatuas, a la espera de que milagrosamente se produzca el resplandor que aclare todas las dudas. Y en esas, prácticamente, estamos en León, en España diríamos si no resultara demasiado ambiciosa la demanda, sin saber todavía, después de tantísimos cálculos y de cuantísimas promesas esparcidas, quién coña se va a llevar la burra. ¿Quién llegará a regir los destinos municipales de esta nuestra Legio sexta o séptima, que tanto monta, Amilibia o De Francisco, Paco o María Dolores? Aunque no lo parezca el pueblo de León, incluyendo San Andrés del Rabanedo y todos los Ayuntamientos del voto, están como cuajados, a la espera de que alguien les esclarezca la incógnita en la cual estamos metidos. Nosotros, diga lo que quiera el candidato que se salió con aquello de que andábamos otorgando favores a los unos y negándoseles a los otros, ni ponemos ni quitamos rey, ni siquiera ayudamos a nuestro señor, y no es rigurosamente cierto de que los leoneses tenemos políticamente, comercialmente, industrialmente, culturalmente lo que nos merecemos, porque el que suscribe, hombre humilde y errante, no se merece, a pesar de su condición, lo que algunos traficantes políticos piensan o desean. Con los resultados obtenidos en las últimas elecciones municipales y autonómicas se pueden hacer múltiples combinaciones, dado que todos los tratantes del mercadillo están dispuestos a sacrificarse para alcanzar el famoso consenso , que consiste en que todos, los unos, los otros y los de más allá tienen la oportunidad de figurar entre los que consiguen hacerse con la mejor pollina del mercado. Para nosotros, contribuyentes de tercera, lo principal es que se cumplan todos los deseos, aunque sin olvidar aquello de Jardiel Poncela, que dice: «En la vida unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan».

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