Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El Ayuntamiento tiene un plan...

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VICTORIANO CRÉMER
León

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NO ME sería fácil recordar quién es el que dejó caer esta frase por tantas razones significativa: «El equipo de gobierno (del gobierno municipal, se entiende) elaborará un plan de austeridad». Detuve el carro de la máquina por si me hubiese pasado de línea y comprobé que no, que efectivamente un señor concejal de los de la novísima hornada había dejado expuesto para general conocimiento que el gobierno municipal acometería en primer lugar la elaboración de un plan de austeridad. ¿Dónde y cuándo hemos escuchado algo parecido? Y lo cierto es que en lugar de sentir ese golpe de animación y de esperanza que suelen proporcionar los planes de este o del otro organismo, todos dispuestos a imponerse un cinturón de castidad económica, para que no salten las alarmas nos entró una especie de temblor, seguido de escalofrío y náuseas que presagiaban una total descomposición de todos mis mecanismos. ¿Un plan de austeridad municipal? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Hasta dónde? Sencillamente porque a mí me cuesta mucho trabajo creer que un Organismo como el Municipio -y no digamos la Diputación- pueda conseguir el ahorro suficiente en sus manejos presupuestarios como para poder alardear de haber alcanzado entrar en la ruta que hacia la austeridad nos conduce. Y sin embargo, quien fuera el que pronunció la frase tenía razón, seguramente tenía razón: El Ayuntamiento, la Diputación, el Cabildo Catedral, la Cultural y Deportiva Leonesa, la Junta de la Semana Santa, el Ademar, todos los humanos, estemos o no afiliados al PP, al PSOE o a la Unión del Pueblo Leonés, necesitamos ser sometidos con rigor y muchísima paciencia a una operación de austeridad. Cuando algunos de los especialistas en contabilidad pública nos sugiere en voz baja para no alarmar demasiado la cantidad de euros que deben nuestros Organismos oficiales y oficiosos, recordamos con nostalgia y con sentimiento aquellos tremendos caciques de la política de liberales, conservadores y agrícolas, que habían elevado los dineros del común a patrimonio sagrado. «¡Que nadie se atreva a tocar los dineros del común ni por tanto a meter la mano en el cajón del pan, porque del infiel será el infierno» O aquel alcalde-militar que cuando por razón de su cargo se veía precisado a acudir a Madrid, lo hacía en su coche particular y se pagaba a si mismo un modesto yantar en algún figón. Nadie ignora que naturalmente hoy las obligaciones que corresponden a un Concejo no son las mismas de aquellas que «se manejaban» con un presupuesto de trescientas mil pesetas equivalente a unos dos mil euros, pero de esa precariedad, propia de una país pobre a este despilfarro que se descubre en cualquier concejo sin llave de León, va un gran trecho en el cual inevitablemente nos perdemos. Pero no sin antes pensar que algo debe hacerse para corregir estos desfases. Todos comprendemos o justificamos los gastos «necesarios» pero le cuesta bastante al hombre humilde y errante que no consigue cerrar el mes sin dolores de cabeza, que «su» Ayuntamiento, que «su» Diputación o que «su» Cofradía gasten los dineros de todos como si fueran suyos. Los dineros, es indudablemente la madre del cordero de cualquier combinación o pacto que de establezca y el que no cuida la viña esta expuesto a que le roben las uvas. El hecho de que tales o cuales operaciones puedan disponer de razones técnicas que abonen el gasto por muy desmesurado que parezca, no quiere decir que los Organismos, que las Asociaciones, que los partidos entiendan que una de sus prerrogativas es gastar, gastar y gastar. De modo que cualquier Plan de austeridad será bien venido.

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