| Las calles | Puerta Obispo |
La entrada a la vetusta muralla
Callejear por Astorga es una experiencia viva y mágica, que nos lleva a descubrir algo interesante a cada paso. Caminando por calles en muchos casos centenarias, descubrimos una ciudad atrapada en el tiempo y que se presenta como un libro repleto de bellas ilustraciones. Buen ejemplo es esta Puerta Obispo que arranca, por así decirlo, de la edificación que da paso, a derecha e izquierda, a las calles Obispo Grau y Villafranca. A mano derecha y sumido en pleno proceso de remodelación, se erige el convento de Sancti Spiritus, un antiguo beaterio transformado en edificio conventual durante el siglo XVI. La iglesia, distinguida por una bóveda de crucería, presenta cinco magníficos retablos del siglo XVIII. El retablo mayor y los dos delanteros son churriguerescos, mientras que los situados a la entrada muestran trazos de estilo rococó. Más adelante, y siempre en la acera de la derecha, la vía cobija algún edificio de empaque hasta su finalización en la calle Alcalde Pineda. En la mano contraria, el punto último de la arteria muestra una pequeña zona de descanso con bancos y una refrescante zona de sombra. Una de las entradas Puerta Obispo, como su propio nombre evidencia, era una de las cinco entradas que existieron a la muralla a partir del siglo XV. Algunas aún perviven en el nomenclator astorgano, como es el caso de Puerta Sol, mientras que de la titular del rótulo no queda evidencia alguna, tan sólo el nombre de nuestra calle. Y ambas, de una u otra manera, están relacionadas con el discurrir de los peregrinos que, siguiendo el Camino Francés, transitaban por Astorga en su periplo hacia Santiago de Compostela. El entorno de Puerta Obispo estuvo salpicado en el pasado de múltiples referencias históricas que, poco a poco, van quedando en el olvido. Aquí cerca, en lo que ahora se conoce como Juego de Cañas, se asentó en tiempos pasados un núcleo de pobladores hebreos con gran peso específico en la vida de la ciudad. Y en el otro extremo de la balanza religiosa, de todos es conocida la importancia de las cofradías en la antigua Astorga, dedicadas a socorrer a los pobres, enfermos o transeúntes, y cada una con su propio y cuidado hospital que atendía a aquéllos. La cofradía de los Prestes, integrada exclusivamente por sacerdotes, llevaba el nombre de Los Prestes de San Juan y se fundó en la parroquia de Santa Marta, estando datada en el primer tercio del siglo XIV. La hermandad Su hospital se alzaba junto a Puerta Obispo y debió cerrarse a finales del siglo XVI, aunque la hermandad seguiría funcionando hasta los últimos años del siglo XVIII. Con respecto a la cofradía de Santo Tomás de Cantorbery, se creó en el año 1195 y por iniciativa del canónigo Pedro Franco que quiso homenajear al mártir Santo Tomás, de quien el fundador parece haber sido familiar. La sede estaba en el arrabal de Rectivía, junto a Puerta Obispo, hasta finales del siglo XVI en que quedaría unida a la hermandad de San Juan Bautista. Muchos fueron los padecimientos sufridos por la ciudad y sus pobladores a causa de las escaramuzas vividas durante la Guerra de la Independencia. En el aspecto urbano, los destrozos comprendieron la voladura de la Puerta de Hierro y también de nuestra Puerta Obispo. Pero su memoria nunca se borraría del patrimonio sentimental astorgano, como evidencia el importante proyecto presentado en 1909 por el arquitecto municipal, don Antonio Alcaide, con el fin de mejorar todo este entorno. Mejor acceso Aquel plan estaba encaminado a reformar la calle de Santa Marta y la llamada entonces plaza de los Oficios, para dar mejor acceso a la Catedral y al Palacio Episcopal. Después de ser aprobado por el Ayuntamiento, el 3 de abril de 1909, se procedió a realizar unas cuantas expropiaciones «dejando más allá todo el terreno libre de edificaciones hasta Puerta Obispo», y despejando así la visión de los ábsides de la Catedral y del Palacio. Otra obra realizada en el camino desde Puerta Obispo al cementerio, para abrir cunetas y mejorar el firme de la carretera, propició una curiosa anécdota que merece ser recordada. El concejal encargado propuso en la sesión municipal correspondiente que se plantasen a ambos lados del camino «dos filas de arciprestes», puesto que se daban muy bien en la región. El capitular del Cabildo estaba presente en la reunión y, molesto por el equívoco, comentó en voz alta: «Mejor sería que plantasen alcornoques que se dan aquí, en la misma sala de sesiones».