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Publicado por
Pedro V. Álvarez Collar
León

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Dice Ángel Crespo, nuevo regidor de los destinos lacianiegos, que hay que apretarse el cinturón, que las arcas municipales no están muy llenas que digamos, sino más bien todo lo contrario. No es que por lo que ha dicho podamos considerarle un sabio, pues era algo que ya todos conocíamos pero, si nos pusiéramos en su lugar por un instante, pensaríamos que la tarea que acomete va a ser ardua y posiblemente poco o nada bonita. Llega el momento de las restricciones. Deberíamos de saber que en los tres ayuntamientos que le preceden en número de habitantes: León, Ponferrada y San Andrés del Rabanedo, las cuentas están por un estilo, rayan los límites de deuda permitidos por la Ley, al igual que el de Villablino. Pero esto es algo que, si bien debemos de conocer, poco o nada ha de importarnos a los lacianiegos, nuestra preocupación principal debe de ser que el Ayuntamiento se encuentra al borde del abismo y debemos de evitar que se precipite. Para ello, los dirigentes municipales, primeramente han de hacernos sentir que el Ayuntamiento es la casa de todos, no hoy la casa del PSOE y de los afines a este partido hoy, ayer la casa de IU y sus acólitos... Ardua tarea la que les queda por delante... ¿Pero cómo se ha llegado a estos extremos en el cuarto municipio de la provincia? Pienso que el problema, al igual que la mayoría de los ayuntamientos leoneses, es que pocos dirigentes municipales tienen conciencia de que son elegidos para gestionar unos dineros que son de todos, no de ellos ni de su partido político. En el caso de nuestro ayuntamiento, durante este casi cuarto de siglo de municipios democráticos se ha seguido una política diversa, según quienes fueran los que tenían el timón de mando. Allá en los comienzos, con el primer gobierno del PCE se modernizó un sistema municipal obsoleto, se dieron servicios a los pueblos, y se hizo una gran labor, pero posteriormente durante su segunda legislatura se siguió una política sin unas claras líneas de actuación, basada más que nada en el carácter personalista del alcalde. Los ocho años de gobierno socialista, hay que diferenciar entre los dos primeros y los seis restantes, con una política de hormigonar todo lo que era hormigonable y basada en farónicas obras faltas de realismo de ningún tipo. Durante esta época se consiguió que el ayuntamiento llegase a ser la segunda empresa del Valle, por detrás de MSP. Con la llegada de IU al gobierno municipal se continúa aumentando la nómina municipal y con una reconversión del sector minero basada en las prejubilaciones se consigue que el municipio pierda en los últimos años más de 3.000 habitantes. Ahora con el PSOE de nuevo al frente del Ayuntamiento, nos encontramos con una pérdida poblacional enorme, que aún no ha dejado sentir totalmente su peso, pues muchos de los que han abandonado Laciana todavía continúan integrando el padrón municipal lacianiego. Aun así, mientras los contribuyentes municipales han disminuido en un porcentaje elevado los empleados continúan siendo los mismos, no es de extrañar pues que el 70% de los ingresos se vaya a las nóminas de personal. La nueva Corporación no tendrá más remedio que realizar un tipo de política basada en la austeridad, no están las cosas para dispendios. Habrá que comenzar a apretarse el cinturón, pero esto no significa que todo lo que se ha hecho con dinero público debe de ser privatizado, tal y como ha ocurrido con el camping municipal. Habrá que buscarle a todo su rentabilidad y todo deberá de tenerla. Si así no fuera es que algo falla en el sistema. En principio hace bien el nuevo alcalde en buscar el consenso con las demás fuerzas IU y PP. Que intente también que la cacareada reconversión minera repercuta en algo palpable en el Valle de Laciana, que no se quede en prejubilaciones y en subvenciones multimillonarias a MSP.