La historia escrita de la ciudad
En nuestro deambular por el entramado urbano de La Bañeza, salpicado de referencias históricas y nostálgicas, hoy nos acercamos a la calle que lleva el nombre de El Adelanto Bañezano, en cumplido homenaje a una de las principales señas de identidad con que cuenta nuestra ciudad. Así lo evidencia, en forma bien visible, la artística rotulación alegórica al periódico y su fecha de fundación en 1932. La vía parte de la calle Tejadillo, finalizando tras un considerable trayecto en la arteria nominada de Tenerías. Como corresponde a este alegre y emergente entorno, sus viviendas son modernas y de mediana altura, conformando una calle agradable y tranquila, de plácido discurrir, característica de la nueva ciudad que va creciendo a la sombra del núcleo más tradicional. Sin pretender realizar un catálogo exhaustivo de la prensa escrita aparecida en La Bañeza, sí conviene recordar que el primer periódico editado en la ciudad, allá por el año 1899, fue El Independiente , al parecer de corta y ajetreada existencia. Luego, el 1 de diciembre de 1901, llegaría el «periódico político semanal» que llevaba el nombre de La Democracia , trasladado posteriormente a la capital y editado como «diario republicano» a partir de 1904. En este recuento sentimental aparecen, a modo de eruditos fogonazos del pasado, títulos como Heraldo Bañezano , La Justicia Municipal , en el que colaboraba don Manuel Fernández Núñez, La Crónica Bañezana e incluso La Dulce Alianza , un periódico pagado por el industrial don Emilio Alonso Ferrero para hacer propaganda de los riquísimos dulces elaborados en su confitería, que por cierto tenía el mismo nombre. Especial mención merece El Jaleo , aquella mítica publicación aparecida el 23 de noviembre de 1913 y cuyos objetivos quedaban bien explícitas en el propio rótulo: periódico «mensual fantasma-satírico-cómico, bufo y humorístico». Editado en la imprenta de la viuda de M. Fernández, escribieron en sus ingeniosas páginas personajes como don Luis González, don David González Manjarín y por supuesto don Conrado Blanco de León, padre de nuestro Conrado Blanco. En el mes de diciembre de 1932 apareció en los kioscos El Adelanto Bañezano , sustituto en el tiempo de otra publicación anterior que llevó el mismo nombre. Su orientación ideológica era católica e independiente, aunque el periódico quedaría marcado y para bien, al menos en esta primera etapa, por la personalidad de su director efectivo, el sacerdote don Ángel Riesco Carbajo, primero coadjutor de la parroquia de Santa María y desde enero de 1948 ecónomo de la misma. Un personaje tan emblemático como el padre Riesco, el cura «atropachicos» como era conocido entre la chiquillería, impuso un sello definitivo en esta publicación semanal que, contra viento y marea, ha llegado viva y pujante hasta nuestros días. En sus páginas y a lo largo de todo este tiempo, la vida de la ciudad ha quedado reflejada en sus pequeñas miserias y grandes momentos, conformando un mosaico colorido y vitalista cuya frescura se debe, en gran medida, a la nómina de ilustres plumas que han pasado por su redacción. Nómina de ilustres Muchos han sido los periodistas y colaboradores que han puesto su granito de arena en ese empeño conjunto del Adelanto Bañezano, cuya existencia ya sobrepasa los 70 años de edad. Puestos a elegir entre todas las firmas, hay que citar necesariamente a dos personalidades que se han movido durante más de 50 años en el complejo mundillo periodístico. Hablamos, naturalmente, de Manuel Martín Sánchez y José Cruz Cabo. El veterano Manolo, como se le conoce coloquialmente, comenzó a escribir, según sus propias declaraciones, para protestar contra la injusticia manifiesta cometida por la empresa de electricidad, al ofrecer un servicio muy deficiente. Y a partir de entonces, secciones como Kilómetro 303 y Plaza Mayor que han sido un faro de la vida local durante las últimas décadas. En definitiva, un hombre entrañable e impregnado del bañezanismo más puro e inteligente. En cuanto a José Cruz Cabo, corresponsal del Diario de León durante años, dio un salto desde la imprenta de su tío Rafael hasta las crónicas deportivas del periódico, confirmándose a lo largo del tiempo como un defensor inagotable de todo lo que significara progreso y bienestar para la ciudad: el Instituto, el camping, las piscinas, el pantano del Duerna, el museo o el polideportivo.