Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Menos fútbol, más pan blanco

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VICTORIANO CRÉMER
León

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RUEGO encarecidamente que ninguno de los lectores que puedan alcanzar la página en la cual se inscriben mis partes de guerra, se escandalice si declaro a los cuatro o cinco vientos del orbe azul, que a mí lo del pleito que pueda tener el Real Madrid con sus entrenadores, con sus jugadores, con sus colaboradores y suministradoras, me tiene sin cuidado y no siento ni resentimiento ni angustia vital porque dos señores, sin duda importantes para el orbe del pelotón, como Vicente del Bosque y Fernando Hierro hayan sido relevados y aparezcan o puedan aparecer si lo desean y las leyes lo permiten entre los parados de la enormísima nómina de la España de Florentino Pérez, de profesión específica sus negocios. En cambio, lo que sí me preocupa y hasta me subleva es que la Telefónica, esa sociedad tan difícil y escabrosa desde sus orígenes a nuestros días, anuncie que dejará en la puta calle a no menos de treinta mil obreros y funcionarios, estos sí que sin otro recurso que el de correr a inscribirse en las listas del paro obrero obligatorio. Madrid, no es tan sólo rompeolas de todas las grandezas de la España napoleónica, sino también o sobre todo, la fábrica donde se engendran y manipulan los artefactos políticos más escandalosos del universo mundo. Tampoco, por cierto, produce en la población una resonancia singular. Si por ejemplo, aparece de entre la maraña de los partidos tradicionales y con más de cien años de experiencia, el lagarto capaz de jugar una mala pasada al Lucero del Alba y a Rodríguez Zapatero, como está sucediendo. Todo cuanto son sucede o nos amenaza o nos invade lo ilustra, lo transforma en efemérides gloriosa el pelotón y sus muchachos, el pelotón y sus triunfos, el pelotón y sus dineros. Y esto sucede porque el pueblo, humilde y errante, que ni puede con la carga ni encuentra modo legal de salir de su pobreza, se ha dejado ganar hasta la enajenación a causa de la falacia del pelotón, convirtiendo lo que es un mero negocio para constructores de chavolas, en doctrina nacional. Se está consiguiendo que cada región española se desentienda de sus problemas domésticos ofuscados por la pasión de lo que se entiende como empresa gloriosa de la que depende el honor de la patria chica o grande. Y es mentira. Además de que la mayor parte de quienes dicen representar tal pueblo o comarca son profesionales, mercenarios de lujo que acuden a defender los colores que fueren por los dineros que este trabajo les reporta, sin importarles ni el color de la bandera ni el nombre de la patria que les contrata. Y estamos asistiendo, convertidos en alelados y entusiastas aficionados, en una o varias muchedumbres vociferantes que parecen considerar cada uno de los encuentros de su equipo, (que es el equipo de inventor del negocio), en otra guerra de la independencia. Y los Ayuntamientos rescatan del Presupuesto teóricamente dispuesto para Escuelas, para Hospitales o para Residencias de ancianos, para entregarlos a fin de que prosperen los involucrados en la parafernalia del pelotón. Que nadie entienda torcidamente nuestras meditaciones. No somos contrarios a ninguna expresión deportiva, como tampoco somos indiferentes a ninguna demostración cultural y entendemos que los Ayuntamientos, las Diputaciones y cualquier Sociedad de Socorros Mutuos están obligados a distribuir equitativamente las riquezas del común y considerar que si somos portadores de valores eternos como se venía sosteniendo, el hombre, el ciudadano, el vecino es antes que el croata, que el inglés o que el nigeriano dedicados al pelotón. Porque, en resumidas cuentas, tan importante es el voto de un «forofo» como el de un profesor de Literatura o un titular de la Sanidad Pública. ¿O no? 1397124194

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