Diario de León

| Reportaje | Rosales, un pueblo que se quedó tres décadas atrás |

«Todo es para Riello; aquí, nada»

Una de las casas con tejado de uralita, al lado el potro de herrar

Una de las casas con tejado de uralita, al lado el potro de herrar

Publicado por
María Eugenia Matesanz - rosales
León

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La cercanía de un pueblo a veces produce su desconocimiento. Esto ocurre con Rosales una localidad olvidada para todos menos para sus vecinos; pocos y muy mayores. Rosales pertenece al municipio de Riello en la comarca de Omaña, se encuentra a 60 kilómetros de León tomando la comarcal en dirección Villablino. Enclavado en lo alto de la montaña omañesa, cuenta con gran riqueza ganadera, agricultura y coto de caza mayor y menor en sus montes. Además tiene un pico con altitud suficiente para divisar la catedral de León y 22 pueblos de la comarca. Cuenta con una población de 17 vecinos ya ancianos: el menor tiene 55 años y la más mayor 99. Esta población aumenta en verano con los familiares, la mayoría nietos de los vecinos que acuden a hacerles compañía y pasar unos días en un ambiente más natural. Algunos de los habitantes abandonan el pueblo en invierno y se van a casa de sus hijos para superar la dureza del clima. Uno de los atractivos con los que cuenta el pueblo es la iglesia que fue reformada hace un año, «antes estaba recubierta de losa y lo cambiaron por ladrillo, estaba mucho mejor con la losa, pero eso son cosas del Obispado donde nosotros no nos metemos», comenta una vecina del pueblo. Un monolito a la entrada de la iglesia y una calle de Rosales están dedicados al padre César Morán, prestigioso arqueólogo y escritor que en su día «dio mucho auge al pueblo» y escribió varios libros en los que explica la belleza y riqueza de Rosales, así como una amplia leyenda que los lugareños recuerdan con melancolía. Las viviendas del pueblo guardan la estructura típica de las casas de la comarca. Algunos tejados están cubiertos de pizarra, otros de uralita, pero debajo de ella conservan la paja que desde hace años ha servido de revestimiento. Además, entre los utensilios de ganadería que todavía se encuentran en el pueblo, se conserva aun uno de los pocos potros de la provincia, donde se colgaban a las vacas y caballos para herrarlos. También se puede encontrar al final del pueblo un pilón de agua hecho de madera que por su resistencia aguanta el paso de los años. Los vecinos afirman, en todo melancólico, en cuanto a la ganadería de Rosales, que las vacas «hoy en día tienen poco trabajo que hacer. Ahora sólo se dedican a arar un par de huertas para sembrar patatas y poco más». Lo que no se cansan de resaltar es la riqueza de agua con la que cuentan.

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