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Tradicional religiosidad astorgana

Publicado por
Javier Tomé astorga
León

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De todos es conocida la piadosa religiosidad que siempre ha caracterizado al pueblo maragato, concretada en una extensa nómina de santos que se veneran aquí con especial devoción. Así recordamos al patrono Santo Toribio, a San Dictino, San Fructuoso y naturalmente Santa Marta, máxima regidora durante las fiestas locales. En este apartado debemos incluir al ascético San Genadio, titular de nuestra calle del día. Hoy nos encontramos en uno de los históricos arrabales surgidos, en palabras del profesor don Valentín Cabero, «al pie de las viejas puertas de la ciudad». Efectivamente, la barriada de San Andrés se ubica a la vera del solar ocupado antaño por la emblemática Puerta del Sol, constituyendo un núcleo social de tipología proletaria. En el pasado era una zona eminentemente agrícola que fue acogiendo, en sus humildes viviendas, a buen número de obreros y trabajadores ferroviarios empleados en la cercana Estación. La calle que lleva el nombre de San Genadio parte de San Feliz y, bajando unas mínimas escaleras, inicia un trazado medio que se ve conformado por una serie de viviendas de características más bien modestas. Y así discurre, en un apacible ambiente de resonancias agrícolas, hasta su finalización en la muy transitada carretera de León. Monasterio de Peñalba Junto a Nebo, Petronato y Vilias, San Genadio forma el grupo de cuatro monjes o ermitaños que fueron bautizados conjuntamente como «los santos confesores de Peñalba», ya que ejercieron su edificante y esforzada vocación en el monasterio de Peñalba, ganándose entre las gentes de la zona muy merecida reputación de bienaventurados varones. Nacido hacia el año 850, San Genadio -también conocido como Januario -fue monje en el monasterio de Ageo, ubicado en la comarca de Vidriales. De allí pasaría al cenobio de San Pedro de Montes, dedicándose junto a sus compañeros a destruir la maleza que había invadido el lugar y convertido tan sagrado recinto en una especie de bosque. San Genadio reedificó el monasterio y, una vez roturado el campo, plantó viñales, árboles frutales y todo cuanto necesitaba la comunidad de religiosos para subsistir. Como recompensa a su abnegada labor sería elegido abad de San Pedro de Montes por decisión de Ranulfo, el entonces obispo de Astorga. Alfonso III el Magno Arrancado casi por la fuerza de su monasterio por decisión de Alfonso III el Magno, tan distinguido monarca le convertiría en su consejero, confesor y testamentario, además de nominarle para ocupar la silla episcopal de Astorga en el año 899. Dada la estrecha relación personal que le unía a don Alfonso, acompañaría al monarca amigo en distinta expediciones militares y le asistiría en la hora final de la muerte, acontecida en la ciudad de Zamora. Tras solicitar en múltiples ocasiones su relevo al frente del Episcopado, con la intención de regresar a la reconfortante soledad de Peñalba, finalmente el rey Ordoño II accedería a sus deseos cuando corría el año 919. Desde su retiro seguiría aconsejando sobre los graves problemas de gobierno a cuantos monarcas, obispos y nobles, acudieron a Peñalba para solicitar su opinión. Aunque no se conoce la fecha exacta de su fallecimiento, el Episcopologio asturicense cita el día 25 de mayo del 936, fecha en que se celebra la festividad de San Genadio. Tebaida Berciana Según figura en su testamento, fechado en el remoto año 915, nuestro protagonista restauró y dotó a su costa gran cantidad de monasterios situados en la diócesis, especialmente en tierras del Bierzo. Loable empeño del que surgiría el conocido apelativo de la «Tebaida berciana», alusión al momento más glorioso de la milenaria y fecunda historia religiosa de aquellas tierras. Por todo ello, San Genadio fue respetado y venerado en vida, y a menos de cuarenta años de su muerte ya se le calificaba como «santo» en los documentos de la época, celebrándose con extraordinario fervor el triste aniversario de su partida de este mundo. Llegado el día 25 de mayo, gran cantidad de fieles del Bierzo y aún de más allá de sus fronteras, acudían a Peñalba en sentida peregrinación. Alrededor del monasterio se respiraba un ambiente de santidad y de virtud que sin duda hubieran complacido extraordinariamente al bueno de San Genadio.

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