Diario de León

OPINIÓN

Asturianos asaltados en Castilla

Publicado por
P. ALBANO
León

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EN ASTURIAS hay un Pajares más importante y renombrado que todos los demás pallares, hórreos y balagares, con ser estos muchos y muy variados. En Castilla hay muchos Pajares y muchos más parajes, que sin ser especialmente célebres, son dignos de mención. Lo cierto es que entre Asturias y Castilla hubo siempre y la hay y la seguirá habiendo mucha comunicación y siempre por Pajares, parajes y vericuetos. Los asturianos vienen del mar hacia tierra adentro y los castellanos van desde tierra adentro hacia el mar y en estos vaivenes de unos y otros siempre puede ocurrir de todo, unas veces para bien y otras para no tanto. Para que no pueda ir pareciendo lo que digo algo así como mero juego de palabras o afirmaciones caprichosas, vamos a aludir a un hecho que confirma que no es decir por decir. El que voy a referir es uno, pero podría aducir más e incluso creo recordar que he referido alguno más. El hecho que hoy refiero sucedió en un paraje castellano de la provincia de Valladolid. Nada mejor que exponerlo con las mismas palabras de la Escritura judicial, que dice así: «En la ciudad de Medina de Rioseco, a 30 de septiembre de 1677, ante el escribano y testigos pareció don Manuel de la Cuesta Merino, de esta ciudad y dijo que entre diez y once de la mañana de ayer del que rige, Alonso Castro y José de la Vallina y Francisco González de la Vega, todos naturales y los dos vecinos de San Andrés, del Concejo de Langreo, Obispado de Oviedo, conducían once caballerías de mayor y en ellas cargadas de vino blanco encorombrado para su país y abasto». «Y habiendo llegado a la villa de Valverde de Campos (junto a Rioseco), y eras que lindan con ella, salió Miguel Godoyo, natural de dicha villa a pedir a aquellos la suelta de dichos caballos y habiéndole respondido Alonso de Castro que la suelta estaba emplazada en Valverde, como podía comprobarlo ante los Alcaldes de dicha villa, el dicho Godoyo respondió que había de llevar uno de dichos caballos. En cuyo instante llegó un soldado vestido de blanco, de quien ignora el nombre, naturaleza y regimiento, quien procuraba saber lo que pasaba y sosegar a Godoyo. Pero éste dijo al soldado que allí no tenía que hacer y que siguiera su camino y llamó en su socorro a un hombre llamado José, diciéndole: Oye, ven acá, que este soldado se quiere haber conmigo». «Y el José arrempujó una y dos veces al soldado, dándole puñadas hasta tirarle al suelo. El soldado, viéndose ultrajado, arrancó la espada que traía e hirió a José. Pero este se tiró al soldado, le quitó la espada y se la tiró al prado. Después se tiró al soldado, dándole muchos golpes y patadas, conduciéndole a la villa ante la Justicia, la cual informada, puso en la cárcel al soldado y detuvieron mucho las caballerías de los dichos Alonso, José y Francisco, a quienes se tomó sus deposiciones». En vista de todo lo cual se remitieron ante el Asesor, con cuyo acuerdo se proveyó por la dicha Justicia que a dichos asturianos se les entreguen las dichas caballerías y carga, bajo fianza de estar a derecho y se les otorgue dicha fianza para evitar daños y perjuicios. Todos aceptaron la solución de la Justicia y se comprometieron a respetarlo ante el Escribano de Medina de Rioseco. La verdad es que el hecho o percance se presta a comentario. Por mi parte no he podido menos de recordar pasajes del Quijote, que era castellano, de la Pícara Justina, que era de Mansilla; y de las cartas del Padre Isla, que era hijo de asturiano y de palentina de Osorno, sobre parajes, pasajes y pajares, que nos hacen recordar que en esos espacios hay gente para todo y de toda especie, como en botica.

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