La ciudad comercial y peatonal
La semana anterior iniciamos la semblanza urbana de esta castiza y peatonal calle de Astorga, una de las arterias con la personalidad más acusada de las ubicadas en el centro de la ciudad. No siempre su trayecto discurrió entre la plaza Mayor y la glorieta que homenajea al gran escritor local Antonio Colinas, como ocurre en la actualidad, pues antaño concluía en el Arco o puerta norte de la villa, que sería derruido en el año 1777. Primitiva calzada romana y luego senda peregrina que acercaba a los devotos caminantes hasta la ermita de Santa Marta, donde reponían las fuerzas antes de proseguir su camino en dirección a la tumba del apóstol Santiago en Compostela, la calle ya aparece documentada con el nombre de Astorga a mediados del siglo XVI. Posteriormente existen múltiples referencias escritas fechadas en muy distintas épocas, conformándose en el pasado como una arteria bulliciosa y colorida, salpicada de posadas, mesones y antiguos talleres en donde los curtidores ejercían su noble oficio. Peatonalizada en la década de los setenta, cuando la pujanza de la carretera nacional VI asumió su tradicional función de dar salida a los viajeros que discurrían en dirección a la capital maragata y a tierras gallegas, la calle no ha perdido en nuestros días su acendrada vocación comercial. En los mismos soportales aledaños a la plaza Mayor, que suponen la mejor tarjeta de presentación de nuestra vía, ya aparecen distintos establecimientos que nos ofrecen, por ejemplo, esas delicias gastronómicas que siempre han dado dulce fama a La Bañeza, que son los imperiales. El caserío no desmerece en cuanto a solera y categoría gracias al espléndido catálogo de edificios, algunos de ellos incluidos en el patrimonio arquitectónico protegido de la ciudad, que muestran vistosas galerías y balconajes. Los soportales no acaban al principio de la vía, pues surgirán nuevamente en su trayecto amparando a ciertas viviendas cuyos mejores tiempos ya pasaron en el calendario nostálgico bañezano. A partir del cruce con la calle de República Argentina, antes titulada Corrupia de la calle Astorga, surgen ante el viandante edificios más modernos y actuales, acompañando a una calzada que se va estrechando aunque sin perder su irregular dibujo. Y así hasta desembocar en la plaza de Antonio Colinas, bello rincón urbano cuyo verde y moderno panorama pone un broche perfecto a la tradicional y risueña calle de Astorga. Los últimos arreglos Durante los últimos tiempos nuestra arteria protagonista ha experimentado diversos arreglos y mejora, que, desgraciadamente, convirtieron la calle en un auténtico barrizal. Posteriormente se adecuaría con una capa de hormigón para celebrar los carnavales de 2001 como es debido, y para ese mismo año 2002 las autoridades políticas del momento prometieron terminar el adoquinado de la primera fase. Efectivamente, a finales del mes de octubre quedaba rematada la pavimentación del primer tramo, que comprende desde la Plaza Mayor hasta la oficina de Caja España. Es cierto que aún falta por completar el arreglo de la totalidad de la vía, como han reclamando constantemente los vecinos del entorno, en un proceso que deberá concluir en un futuro que se espera próximo con la remodelación del entorno comercial aledaño a la citada Plaza Mayor, un trecho que es el más transitado de la calle Astorga. De momento, a comienzos del pasado mes de julio, los miembros de la brigada municipal procedieron a la instalación de unas jardineras en la confluencia entre la Plaza Mayor y nuestra calle, con el fin de imposibilitar el tránsito de vehículos por esta vía de carácter peatonal y que homenajea, como recuerdan los variados rótulos que surgen durante su recorrido, a la localidad vecina de Astorga. La bimilenaria «Asturica Augusta», fundada por los romanos, y a la que el propio emperador Augusto dio nombre, ya fue descrita en la antigüedad por el historiador Plinio como «ciudad magnífica». Y sigue manteniendo su eterno sello de distinción gracias a la espléndida Catedral, el Palacio Episcopal, surgido de la genial inspiración del arquitecto catalán Antonio Gaudí, y otra serie de monumentos históricos que confirman a la capital maragata como una auténtica joya del pasado. Localidad entrañable y que fuera definida muy acertadamente como «una jovencita con dos mil primaveras».