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Publicado por
MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Te doy las gracias por las avellanas, los perdones de San Froilán. No podré corresponderte con los de los Remedios, que no acudí a Luyego. Deberes de amistad, con invitación de por medio, me llevaron a La Coruña, donde hubo un baño de conciencia maragata, y de añoranza, que allí dicen morriña. La casa de León quiere mantener y reforzar los vínculos que unen a la ciudad de hermosas galerías solaneras con estas tierras leonesas por aquello de los arrieros, quienes supieron conjugar sus intereses comerciales, a orillas de la mar, cuando el ferrocarril les tensó el ronzal del mulo más de la cuenta. Porque hace un siglo -y algo más- aquellos maragatos, que olfatearon su ruina caminera, se asentaron en Santiago, en Vigo, en Betanzos, en La Coruña; montaron sus almacenes de vinos y aceite, de paños de Béjar y Segovia, ferreterías y coloniales en general, que en el comercio eran maestros. Por allí andan sus descendientes, muchos en los mismos quehaceres que sus bisabuelos, y siempre con la querencia, la añoranza que ellos ya dicen morriña, de Castrillo, de Valdespino, de Rabanal. Para curar esa nostalgia tienen la Casa de León -allí me enteré de la repentina muerte, traicionera ella, de nuestro amigo Luis Pastrana- donde conversan de sus ancestros, rememoran viejos tiempos, proyectan nuevos modos y cuando se tercia degustan un cocido para aliviar el estómago y entonar el espíritu. Y recuerdan que Astorga y Maragatería es obligada referencia en la ciudad gallega. Es la cosa hermano, como bien sabes, que La Coruña desde mediados del XIX hasta finalizado el XX estuvo marcada por la presencia maragata; aparte de los arrieros trajineros de mulo, pimentón, aceite, vino y paños, la intelectualidad astorgana se hizo un sitio en las arenas de Riazor. Allí recaló aquel polígrafo don Andrés Martínez Salazar y aquello fue Troya, que el reeditó la Crónica Troyana ; no se limitó a ser el director del Archivo General de Galicia, metiéndose a dinamizador -dicen ahora- de la vida cultural gallega; allí junto a Fernández La Torre -algo te dirá este apellido- fundó la Biblioteca Gallega, aventura que llevó al astorgano al borde de la quiebra económica; ofició Martínez Salazar de presidente de la Real Academia Gallega, y La Coruña lo distinguió nombrándole Cronista Oficial. Un resobrino, Martínez Risco accedió, también, años más tarde a la presidencia de la academia. La antorcha luminosa de Martínez Salazar pasó a su sobrino Luengo Martínez, pionero de la arqueología astorgana, que transformó el castillo de San Antón en ese magnífico museo, orgullo de La Coruña. Item más, hasta hace un par de años la presidencia de la Academia de Bellas Artes de Galicia la ostentaba aquel gran pintor astorgano, Julio Argüelles. Como puedes comprobar, hermano, los vínculos que atan estas tierras con Galicia son demasiado fuertes, con solo el ejemplo coruñés, que nada te digo de Orense, Lugo y otros lugares, o personas como Marcelo Macías, López Peláez y demás. Así que, con gusto, aceptamos la invitación de nuestro concejal de Turismo y nos fuimos a respirar aires marinos; aires que, siempre, nos traen el recuerdo de la trilla agosteña cuando, al atardecer, se esperaba la brisa del llamado aire gallego para aventar la parva a base de bildo y ceranda. Sin exagerar, querido, creo que el cocido, en aquellas tierras, tiene un sabor sentimental, morriñoso tal vez, degustado al recuerdo nostálgico de recuas, comercio e intelectualidad maragatas orilladas a la mar. Pensaba escribirte sobre eso de las Vías Augustas, pero como siempre me he liado; no lo eches en saco roto que es tema de mucho interés. Lo trataremos.

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