Diario de León

Ecos patrióticos en el callejero

El vial dedicado al conocido héroe de la Guerra de la Independencia atesora restos arqueológicos y acoge la Casita de San José, el hogar temporal de los transeúntes

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Javier Tomé - astorga
León

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Un lugar levantado con tanta pasión como Astorga, en un complejo proceso de siglos que arranca con la decisiva presencia de las tropas romanas en nuestro suelo, debe honrar necesariamente en el nomenclátor de sus calles y plazas a los distintos hechos y personajes que han pasado a la historia como paradigma de patriotismo. Es el caso del Corregidor Costilla, un héroe por derecho propio durante los desgraciados avatares acontecidos en la Guerra de la Independencia. Su abnegación y valentía representaron un ejemplo a seguir por el pueblo llano, dispuesto al sacrificio y hasta la inmolación en defensa de la libertad de su nación. Pero no adelantemos acontecimientos, pues antes de evocar la epopeya protagonizada por el Corregidor Costilla y los astorganos de su época, debemos recorrer con nuestros lectores la céntrica calle que lleva su nombre. Una arteria de mediano trayecto que se extiende entre dos plazas, las dedicadas a Modesto Lafuente y al político derechista José Calvo Sotelo. Se trata de un lugar muy transitado y animado, cuyas mínimas aceras presentan un discurrir vital que combina con sabiduría el trabajo y el ocio más lúdico y divertido. En otras muchas ocasiones, refiriéndonos siempre a distintos enclaves de la ciudad, hemos citado los valiosos hallazgos de época romana que siguen saliendo constantemente a la luz, aún a comienzos del tecnificado siglo XXI. Como no podía ser menos, en la calle dedicada al Corregidor Costilla ha ocurrido otro tanto, y en fechas bien recientes. Efectivamente, allá por la primavera del año 2001 y con motivo de las canalizaciones subterráneas llevadas a cabo por las empresas Gas Castilla y León y Retecal, se produjo un importante descubrimiento en el número 2 de nuestra calle, justo en la confluencia de este vial con la calle Santiago Crespo. Cloaca y muro Así, aparecieron una cloaca de aguas residuales y un muro romanos, datados entre los siglos I y II d.C. El colector tiene 57 centímetros de anchura, cuenta con cubierta adintelada y discurre en dirección noroeste-sureste. Paralelo al mismo, a 2,5 metros en sentido noroeste, las obras revelaron un muro de 1,75 metros de anchura, construido con gruesos sillares de granito. Según la atareada Ángeles Sevillano, arqueóloga municipal, estos hallazgos permiten determinar el paso por la zona de una cloaca que hasta entonces se desconocía, además de asociarlos por su cercanía al conjunto monumental de las Termas Mayores. En definitiva, otra pieza del rompecabezas cuya composición definitiva permitirá en el futuro recrear con detalle todo el entramado urbano de la ciudad romana. Y mientras tanto, ambas construcciones se cubrieron con arena dada la imposibilidad de dejarlas a la vista del público, única forma de preservar en perfectas condiciones tan importantes hallazgos. En la acera contraria, ocupando el número 7 y según nos indica una lucida placa, se encuentra la bautizada como Casita de San José. El edificio es propiedad del Obispado de Astorga, quien lo ha cedido a Cáritas Diocesana para acometer en el lugar un auténtico hogar para los más necesitados. El albergue abrió sus puertas a finales de la década de los ochenta y sufriría una importante remodelación en el año 2000, contando con salón, ropero-almacén, cocina, un baño, un aseo y siete habitaciones con siete plazas estables. Sin techo ni comida Aquí se recogen los transeúntes que, por desgraciadas cuestiones personales, llegan a Astorga sin tener techo ni comida. Son desarraigados, enfermos, mendigos, temporeros o simplemente gente sin suerte, agrupados en ese colectivo de desplazados que, en palabras de mi compañera Maite Almanza, un día se encontraron en la calle y sin norte alguno en sus abrumadas existencias. El centro es un refugio de corta estancia que en principio puede ser utilizado un día al mes como máximo, aunque este punto es negociable y no sería la primera vez que se infringe la regla, en caso de acuciante necesidad. La Casita de San José es un albergue cargado de tradición y de un espíritu solidario marcado con letras de oro. Desde aquí hasta su final en la plaza de Calvo Sotelo, la vía discurre escoltada por edificios modernos y bien presentados, evidenciando su privilegiada y céntrica situación dentro de lo más granado y bullicioso de la capital maragata.

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