Castañas para los difuntos
El Colegio Benito León trata de recordar y recuperar tradiciones y costumbres ya casi olvidadas en Santa María del Páramo
La defensa de las tradiciones y costumbres, muchas ya perdidas en el túnel del tiempo, es desde hace años un objetivo que los dirigentes del colegio Benito León de Santa María del Páramo vienen intentando inculcar a los alumnos. Un ejemplo claro de ello son los actos entorno a los difuntos y al magosto que ya se han convertido en una costumbre por estas fechas en el centro educativo al alcanzar su sexta edición y que se celebraron la pasada semana. El magosto consistió básicamente en preparar por parte de los niños cucuruchos, sombreros, y hasta mandiles de papel. Además estudiaron las características de los árboles de hoja caduca y las del castaño en particular. Por la tarde, los maestros preparaban el fuego y sobre una chapa se iban asando las castañas para luego comerlas. En la actividad participan niños desde tres años a sexto de Primaria. Además este año los alumnos de primero y segundo quemaron sus miedos en el fuego. Cada uno escribió aquello que le daba miedo en hojas de papel que después tiró a la hoguera y mientras se quemaban decía: «Los miedos no salen del fuego». En casi todos los casos los pequeños acabaron con las caras pintadas de negro al tiznarse con la madera quemada. Por otra parte, el jueves los alumnos representaron un filandón, recogiendo la tradición de cómo se celebraban los difuntos por el Páramo y la provincia. El vestíbulo del colegio fue decorado con objetos antiguos que los propios niños trajeron de sus casas como trébedes, escaños, candiles, baúles, tarteras, huso, pala de cardar... y, por supuesto, calaveras hechas vaciando remolachas. La representación, a la que asistió un buen número de padres, comenzó con unas coplas paramesas recitadas por alumnos vestidos con el traje regional de fiesta. Después vino la huéspeda de ánimas, leyendas que hablan de las ánimas que vagan por los caminos. En un filandón también cabía la diversión y se escucharon varios cuentos cortos todos ellos muy graciosos. Al final un ciego vende a los padres las coplas que se han cantado y algunas más. «Se trata de mantener esas tradiciones en lo que tienen todavía de válido para nosotros y recordar que los pueblos debemos tener viva nuestra memoria y saber que antes de la hamburguesa existía otros modos que resultaron buenos y que todavía nos pueden enseñar unas cuantas cosas: solidaridad, diversión en común, risas, ingenio para contar o simplemente convivencia, que no es poco», comenta el director del Colegio Benito León.