La celebración del milenario

Durante las semanas pasadas hemos ocupado esta sección en repasar los avatares urbanos e históricos correspondientes a la plaza del Salvador, donde se erige el venerado templo del mismo nombre. Surgido en el año 932 por la donación efectuada por Abamor Eximiz y su esposa Cendina al obispo San Genadio de Astorga, la iglesia ha sido testigo de acontecimientos tan dramáticos como su destrucción por las huestes de Almanzor en 987. No obstante, a despecho de todos los reveses y el implacable discurrir de los tiempos, el templo de El Salvador ha logrado resistir y alcanzar el milenario, celebrado con diversos actos y acontecimientos de toda índole. En el mes de octubre de 1985 se fundó en la ciudad la bautizada como Coral del Milenario, siendo su principal promotor y garante el apreciado don Arturo Cabo Carrasco. Y fue su primer director el recordado don Rogelio, párroco de El Salvador y un personaje también incluido en el nomenclátor bañezana gracias a la calle que lleva su nombre. Tras un período de ensayo con obras de artistas clásicos como Haendel o Beethoven, completando su repertorio con temas y canciones populares que llevan la firma de nuestro Odón Alonso, la Coral del Milenario se presentó oficialmente durante las fiestas de agosto de 1986, actuando en el Teatro Pérez Alonso ante un público entregado a la brillante puesta en escena del casi medio centenar de hombres y mujeres entusiastas del Canto Coral. El 9 de agosto de 1987 y dentro del programa televisivo Pueblo de Dios , se retransmitió en directo la santa misa desde nuestra capital. La ceremonia litúrgica fue oficiada en aquella feliz fecha por el citado don Arturo Cabo, preludio de la sensacional actuación de la Coral del Milenario que pudo ser visionada por todo el país. Al evento acudió el alcalde, la corporación municipal, las cofradías y demás asociaciones parroquiales en lo que fue, en palabras de don Conrado Blanco, «una exaltación de La Bañeza y de todos los valores bañezanos». Uno de los momentos más brillantes en la historia de la Coral del Milenario se vivió con la recordada actuación del mes de julio de 1988, al ser invitada por el Ayuntamiento de Santiago de Compostela con motivo de las fiestas del Apóstol. Dirigida por el propio don Rogelio, nuestra agrupación musical interpretó temas tan entrañables como La farola de la plaza y La plaza del señor cura , un particular homenaje a su director. El acto se cerró con la interpretación de los himnos a León y La Bañeza, emocionante broche final para tan memorable ocasión. La fiesta titular propia de la parroquia de San Salvador se celebra el 6 de agosto, fecha que se corresponde con la Transfiguración del Señor en el calendario litúrgico católico. Y comparte el Corpus con la parroquia de Santa María, la llamada fiesta Sacramental de La Bañeza, en un acto lleno de un romanticismo colorista, cuando la ciudad viste su mejor traje de gala y las calles se alfombran con una cortina de pétalos de rosa, romero y tomillo. La virgen de las trampas En un afán de rescatar viejas costumbres y ceremonias curiosas y habituales en épocas pasadas, la parroquia de El Salvador ha recuperado en el presente año 2003 la denominada fiesta de Nuestra Señora de las Trampas, que tenía lugar el lunes siguiente a la de la Natividad de la Virgen, el día 8 de septiembre. El origen de tan curioso nombre, según un comunicado hecho público por la parroquia, se debe a que los agricultores pagaban las deudas o trampas contraídas a lo largo del año con la venta del primer cereal, que se realizaba por estas fechas, lo que se agradecía a la Virgen con tan llamativa y apócrifa advocación mariana popular. El Salvador celebró a la Virgen de las Trampas en la misa de doce, en un acto que incluyó la bendición del pan y la proposición a los bañezanos para que realizasen un festejo especial en torno al pimiento. El uso de estos dos alimentos se debe a que, en otros tiempos, el pan se bendecía y entregaba en la hoy desaparecida capilla de los clérigos la Piedad como primicia de los diezmos que se cedían a los pobres. Asimismo, las gentes se desplazaban hasta el monte Riego o la peña de San Blas para celebrar una merienda en la que, a pesar de la penuria general, nunca faltaba el pimiento como plato rey. Los actos se solían amenizar con la dulzaina del país y durante ese fantástico día no se producía actividad comercial y los chiquillos se libraban de asistir a la escuela.