Los viejos gremios y los artesanos
Uno de los sectores más importantes de la ciudad era el de la piel, por la variedad de oficios que agrupaba, cuyos miembros disponían de capilla con retablo en Santa María
Antes de echar un nostálgico vistazo al pasado común de La Bañeza, en un intento de recuperar con la memoria las antiguas organizaciones de artesanos que agrupaban a los miembros de un mismo oficio, en este caso a los curtidores, vamos a recorrer con nuestros lectores la calle que perpetúa su nombre en el nomenclátor de la ciudad. Su punto de partida se localiza en la vía de República Argentina, la antes llamada Corrupia de la calle Astorga, teniendo el final en la llamada calle Mercado. Se trata de una arteria con características más bien humildes y una perspectiva casi rural, como si quisiera preservar el ambiente de unos tiempos ya muy pasados, cuando los curtidores tenían importante peso específico en el discurrir social y económico de la villa. Tan sólo en la parte última, casi en el cruce con la calle Mercado, encontramos un edificio de trazas actuales que sirve, a modo de atractivo nexo de unión, como un puente que une las distintas épocas de una ciudad que, día a día, sigue inmersa en un proceso de renovación y mejora. Y es que La Bañeza, como todos sabemos, presenta muchas y agradables caras. Porque la patina artística que ennoblece la ciudad, evidenciada en los templos y edificios más nobles, queda complementada con su tradicional raigambre comercial y mercantil, un empeño común puesto en marcha mucho tiempo atrás, cuando el tradicional mercado de La Bañeza era uno de los más frecuentados y coloristas de todo el norte de España. En nuestra tecnificada y globalizada sociedad del siglo XXI resulta casi insólito un término como curtidor, referencia indudable a uno de los antiguos oficios que desempeñaron con orgullo nuestros antepasados. Si cogemos el diccionario, podemos comprobar que curtidor es «el hombre que curte las pieles como oficio». Y por documentos del pasado conocemos que existieron curtidurías, los talleres donde trabajaban los curtidores, en distintos puntos de la ciudad. Muy cerca de aquí, por ejemplo, en el trayecto entre la plaza Mayor y la puerta norte, correspondiente más o menos con la actual calle Astorga, había mesones, posadas y también curtidurías. Sin pretender realizar un listado exhaustivo de todos los oficios y clases de artesanos afincados en su día en La Bañeza, sí que podemos hacer mención a gremios como el de los carniceros, que tenían su propia casa de contratación, los molineros, sombrereros, tejedores y los sastres, afincados habitualmente en los alrededores de la plaza Mayor. Uno de los gremios más importantes era el de la piel, donde se agrupaban zapateros, pellejeros, zurradores, tundidores, curtidores y también zapateros. Tenían como santos patronos a Crispín y Crispiniano, además de una capilla con retablo en la iglesia de Santa María. Y llegado el mes de octubre, celebraban con múltiples actos y agasajos la fiesta correspondiente a su asociación. Pero no todo era regocijo, pues el padre Albano, gran conocedor del tema, ha localizado un interesante documento fechado en el año 1650. En el protocolo se cita el duro examen que hicieron Domingo Vázquez y Juan de Varazón, maestros zapateros de obra prima, a Juan Fernández, al que habían encargado la realización de «zapatos de vaca altos y zapatos de vaqueta de bracetes, botas cabezadas de vaca y todo lo demás de obra gruesa y todo lo había cortado bien y le facultaron para ejercer y tener tienda pública». Las zayas El propio padre Albano, en sus exhaustivas investigaciones, ha dejado por escrito distintas referencias a propósito de unos cuantos curtidores que vivieron en La Bañeza durante los siglos XVI y XVII. Y es que se trataba de un lugar idóneo para desempeñar su minucioso y complejo oficio, pues aprovechaban a conciencia las zayas, el río, los arroyos y las corrientes de agua que humedecían, refrescaban y lavaban sus productos. Si queremos poner nombres propios a los antiguos curtidores, Andrés Pinedo trabajaba en La Bañeza hacia el año 1580. También Pedro Lozano y Juan Morán, que debían ser propietarios acaudalados como prueba su testamento, redactado en 1632. Bartolomé Álvarez, en 1636, estaba en íntima relación con los zapateros de la localidad, según evidencian las deudas y facturas que existían entre ellos a cuenta de los cueros vendidos. Y aún hay más; Juan Castaño, Juan Ferrero, Esteban de la Fuente, Pascual Martínez¿, representantes todos ellos del digno y afamado gremio de curtidores afincados en La Bañeza.