CARTA TE ESCRIBO
Todos y por todos
QUERIDO hermano: Se apagaron los ecos; se ha pasado hoja sobre la Constitución, que tan ajetreados nos ha traído en estas últimas semanas; para olvidarla ya suenan los clarines, claros unos, broncos otros, de unas fechas que se aproximan al galope y nos van a traer al retortero; lucen y guiñan las luces, en las que los municipios gastan lo que no tienen y las carteras chirrían que no veas. Se amontonan las cenas, meriendas y almuerzos de empresa, de excompañeros, de antiguos alumnos, de castradores de pollos de codorniz y cazadores de gamusinos con la del alba. Los restaurantes, cantinas y mesones hacen el mes de agosto en las vísperas navideñas, y todos rascamos el bolsillo como si tuviéramos urticaria en salva sea la entrepierna. Vaya todo por la buena convivencia, y salvar las apariencias. Entre mientras, Nolete que sabes es medio leído, aunque poco escribido ha disparado sus dardos con lo de la Constitución y la murga pasada; que dice que, para no cumplirse la mitad de su articulado -ejemplo: igualdad, trabajo, justicia--no hace falta tanto mareo. Que no entiende por qué Sinforiano, al que decimos Fori por dulcificar, está en la trena por levantarle un cuartal de rastrojo al Sebuto, y los Albertos esos de la leche no acaban entre rejas con la pila de millones que arramblaron. Ni Nolete, ni nadie lo entiende, así que podíamos haber ahorrado alforjas. Tampoco entiende, el endino, por qué tanta pompa de jabón al 78, y que casi nadie se acuerde de los antecedentes; de aquella de los años 30 del pasado siglo, o de La Pepa. Bueno, testigo fui que en Astorga impartió una charla ad hoc , con su maestría habitual Paco Sosa, y sí las citó. Pero aquí, nadie más le anduvo a la historia, aunque en esta ciudad motivos teníamos para recordar la de Cádiz. Piensa, hermano que el escudo de la Casona, el del marqués, cuando los famosos Sitios, ordenó un general gabacho picarlo, o lo destruía a cañonazos, el muy burro; todo porque Vicente Joaquín Osorio de Moscoso, décimo quinto marqués de Astorga, en principio bien afrancesado, se reconvirtió y llegó a presidir la Junta Suprema Central. Se le llamó el Rey Chico , aludiendo a su escasa estatura. Y aunque no hiciera un papel muy lucido que digamos, era nuestro marqués que aquí tenía su castillo, al que los sitiadores dieron duro. Quien sí tuvo un papel más que brillante, sobresaliente, en aquellas famosas Cortes de Cádiz fue el cura Ruiz de Padrón, franciscano un tanto asilvestrado, exclaustrado y acogido en la diócesis de Astorga por aquel obispo de buena memoria que fue Gutiérrez Vigil. Fue primero ecónomo de Quintanilla de Somoza y después párroco de Villamartín de Valdeorras. Lucidísimo estuvo en las sesiones que participó, siendo decisiva su intervención para abolir el Voto de Santiago y la ignominia de la Inquisición; sus explosivos e incendiarios discursos, el ardor puesto en los mismos y los razonamientos, bien asentados, fueron fundamentales para la abolición de ambas instituciones. Claro que, después, el peor rey que ha tenido España todo lo desbarató. Y nuestro Ruiz de Padrón sufrió lo indecible por mor de un obispo reaccionario, Martínez Jiménez, y un clero curial y catedralicio aborregado y temeroso de perder sus prebendas. Escarnios, befas y mofas, juicios y hasta cárcel le costó a este cura astorgano ser uno de los mejores defensores de la Constitución de 1812. Por eso quiero dejarte constancia en esta carta, hermano, que bien está celebrar con algazara la del 78, sin olvidar las precedentes, y sobre todo teniendo cuidado que se cumplan sus artículos; todos sus artículos; y por todos.