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Publicado por
MAITE ALMANZA
León

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El Pleno municipal del pasado lunes dio cuenta de la dimisión del concejal y portavoz de la UPL, Fernando Barriales. Este leonesista, que nos tiene acostumbrados a una forma de hacer política que ya no es habitual, ha sido elegante hasta al marcharse. Como testimonio personal dejó a sus antiguos compañeros de corporación un escrito que dejaba bien sentadas sus convicciones y hacía balance de sus años en el sillón de concejal, algo poco habitual en las despedidas. Fernando Barriales, que en privado siempre se definía a sí mismo como «un paisanín de pueblo», ha demostrado ser un político de altura, de esos tan escasos que entienden su labor cuando están en la oposición como el arte de la retórica y la argumentación, nunca como ofensa barata o ataque indiscriminado. Consciente como pocos del papel que en la sociedad actual juegan los medios, y que él supo valorar, ha sido exquisito hasta el final en sus relaciones con la prensa, a la que jamás ha cuestionado ni el tratamiento ni el espacio dedicados a las noticias que él generaba. Justo es reconocerlo en los tiempos que corren, a ver si cunde el ejemplo. Barriales ha encajado, en privado y en público, la crítica con una sonrisa y una respuesta astuta, viniera del poder o de la prensa, y ha demostrado una forma muy dieciochesca de entender la confrontación política y una inagotable capacidad de trabajo. Probablemente jamás se arrogue ese mérito, pero él fue el artífice de que por primera vez la UPL tuviera representación en la corporación astorgana, y de que lograra aumentarla en las pasadas elecciones municipales. Por estas y otras razones, y con independencia de la ideología que Barriales representa, su adiós es una mala noticia para Astorga. Ojalá que pronto se resuelvan de forma satisfactoria las circunstancias personales que lo obligaron a abandonar la arena política, y el maestro vuelva de nuevo al ruedo con la mejor de las suertes.

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