Diario de León

Religión y tradiciones maragatas

El patrón de Astorga, de profundas convicciones cristianas, fue acusado de adulterio y probó su inocencia cogiendo carbones encendidos sin sufrir quemadura alguna

La calle de Santo Toribio es una tranquila vía que discurre perpendicular a la carretera de León

La calle de Santo Toribio es una tranquila vía que discurre perpendicular a la carretera de León

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Javier Tomé - astorga
León

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En estos tiempos acelerados y globalizados que nos ha tocado vivir, desgraciadamente caracterizados por la apabullante supremacía de los valores materiales sobre los espirituales, conviene rebuscar en el archivo de la memoria para rescatar esa tradicional religiosidad que ha distinguido a nuestro pueblo desde tiempo inmemorial. La nómina de santos relacionados con la diócesis de Astorga incluye personalidades tan señeras como san Dictino, san Fructuoso, la patrona santa Marta y, por supuesto, santo Toribio, recordado en el rótulo de la calle que hoy protagoniza la sección. Una vía recatada y modesta, como al parecer fue la trayectoria vital de nuestro personaje, ubicada en la barriada de San Andrés, núcleo obrero y trabajador profundamente enraizado en la vida de la capital maragata. Un entorno, en definitiva, donde se hubiera sentido a sus anchas el santo varón nacido en la propia ciudad de Astorga a comienzos del remoto siglo V. Venido al mundo en el seno de una familia noble y acomodada, con apenas veinte años y llevado por un profundo afán de buscar la santidad, el joven Toribio repartió su fortuna entre los necesitados y tomó la vía romana de Aquitania, camino de Oriente, dispuesto a visitar los Santos Lugares bendecidos antaño por la presencia del Señor. Unos cuantos meses más tarde ya tenemos al intrépido astorgano en Tierra Santa, adonde llegaría como uno de tantos peregrinos que en aquella época viajaban a tan distantes confines. Allí viviría en completa soledad, visitando los sitios que protagonizaron algún pasaje importante en la vida de Jesucristo y rivalizando en penitencia y fervor con el más devoto de los romeros. A Juvenal, el patriarca de Jerusalén, le llamó la atención el halo de santidad que rodeaba a aquel entregado muchacho y, completamente convencido de encontrarse ante un hombre de Dios, le propuso que tomara las órdenes del sacerdocio. La emperatriz de Oriente Una vez que Toribio aceptó semejante proposición, le nombraría Custodio de los Santos Lugares de Jerusalén. Cuando ya llevaba más de cinco años por aquellas remotas tierras, incluso después de haber entablado amistad con la emperatriz de Oriente, Toribio sintió en su sangre la llamada de la patria chica y, tras la aprobación del patriarca Juvenal, emprendería el regreso hacia Astorga portando algunas preciosas reliquias: una imagen bizantina de la Virgen María y el brazo izquierdo de la Cruz del Señor, legado en Jerusalén por santa Elena. Afincado en su Astorga natal, santo Toribio fue consagrado obispo allá por el año 420, teniendo que enfrentarse a los numerosos herejes priscilianistas que esperaban la ocasión para manifestar públicamente sus equivocados dogmas. Rogato, un arcediano de la Catedral distinguido por su carácter altivo y rencoroso, se puso a la cabeza de los descontentos y le acusó entonces de adulterio, lo que provocaría la airada reacción de nuestro protagonista. Brasas en las manos Tomó sobre el encaje de su roquete blanco los carbones encendidos del incensario y paseó solemnemente y pausadamente alrededor del templo catedralicio, con las brasas en las manos y entonando alabanzas al Señor. Al volver al altar depositó de nuevo los carbones sin que el encaje del roquete ni sus manos se quemasen, espléndido milagro que testificó su absoluta inocencia. A partir de esa fecha iniciaría una implacable persecución contra los seguidores de Prisciliano, hasta su prisión a manos de los godos. Efectivamente, después de la batalla del río Órbigo, en el mes de octubre de 456, el rey Teodorico II y sus huestes arrasaron Astorga y se llevaron prisionero al buen obispo a tierras de la Galia, donde permaneció en cautiverio durante algún tiempo. Una vez recobrada la libertad, santo Toribio ayudaría en la reconstrucción de la devastada Astorga e inició una hermosa tradición que afortunadamente ha llegado viva y pujante hasta nuestros días. Por recomendación suya y con la finalidad de paliar la pertinaz sequía que afligía a la comarca, el pueblo maragato acudió en romería a la Virgen del Castro con la seguridad de que ella remediaría sus males. Santo Toribio les exhortó a que realizasen estas procesiones habitualmente a pesar de la distancia que separaba el santuario de la ciudad, ceremonia que tomó cuerpo y se sigue manteniendo en la actualidad. Sin duda un gran mérito de santo Toribio, fallecido el 16 de abril del año 480.

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