El lamento desgarrado del Sur
Superviviente de la represión de Pinochet y de la guerra de la contra nicaragüense, Humbelina del Caño es la voz de los desfavorecidos en la campaña de Manos Unidas
Humbelina del Caño ha entregado 25 años de su vida a los más desprotegidos de Bolivia, Chile, Perú y Nicaragua, como Misionera Dominica del Rosario. Durante el fin de semana prestó su voz a Manos Unidas de Astorga para transmitir por la diócesis los problemas más acuciantes del Tercer Mundo. La organización está inmersa en su campaña para recaudar fondos que financien dos proyectos en Congo y Filipinas. La religiosa, natural de Villar de Mazarife, vivió y trabajó en barrios marginales de grandes ciudades, como Santiago, Lima o Managua, y en el campo boliviano, realizando labores de catequesis familiar, trabajo con mujeres o pastoral juvenil, entre otras. Recuerda como una de las situaciones más difíciles a las que tuvo que hacer frente la represión del general Pinochet en Chile, país en el que permaneció entre 1976 y 1992. Fue expulsada de la universidad donde estudiaba Teología junto a otros estudiantes por apoyar a un seminarista al que habían acusado injustamente de agredir a los carabineros durante una protesta. «Estábamos en contacto con las familias de los detenidos y los desaparecidos. Pedían los cuerpos cuando se descubrían cementerios clandestinos. Te sentías vigilada por la policía. A mí nunca me tocó, pero el miedo no te lo quita nadie. La dictadura fue muy dura para algunos, porque habían difundido la idea de que había que denunciar al vecino, y existía una desconfianza grande», explicó Humbelina del Caño. La misionera también vivió momentos difíciles en Nicaragua. «Por la pobreza subsiste la violencia de grupos armados del campo tras la victoria de Violeta Chamorro. Algunos líderes laicos de la comunidad cristiana eran asesinados. Una noche fueron a buscar a sus casas a algunas personas, y a dos los mataron, les cortaron la cabeza y las colgaron en dos estacas a la entrada de la comunidad», explicó. Esta misma violencia también era habitual en un barrio marginal de Managua en el que residió la religiosa. «Pandillas de jóvenes sin trabajo, ni comida se organizaban porque eso les daba estatus, y marcaban un territorio. Se enfrentaban unas pandillas contra otras, con piedras, y cualquiera podía verse atrapado en el medio», apuntó. Además, añadió: «Es cierto que no es una amenaza directa, Pero sientes la impotencia de pensar qué puedes hacer por esos jóvenes a los que has visto crecer». Muchos de ellos entran de lleno en el mundo de las drogas. y «para mantenerse, roban. Las cárceles están llenas de chicos de 13, 14, 15 y 16 años, y es otra escuela de violencia», dijo. Más implicación oficial Humbelina del Caño ha prestado gran parte de su vida para tratar de solucionar estos problemas, en unos casos orientando a las madres de jóvenes que se apartan de la sociedad, en otros permaneciendo cerca de las familias que son víctimas de dictaduras militares. Pero la religiosa es consciente de que, en la mayoría de los casos, una actuación decidida de los gobiernos respectivos es la unica salida. La misionera recordó que la deuda externa es otro de los graves problemas que atenazan a América Latina. «Es como una sangría. La mayoría de los ingresos de los países se destinan al pago de intereses.», indicó. Las guerras «también dejan a los países destrozados en sus recursos naturales y humanos. En Nicaragua muchos jóvenes murieron, otros quedaron lisiados o afectados psicológicamente. El país quedó hipotecado con una deuda grande porque las armas llegaban de países como Norteamérica. Cada niño que nacía, y había una media de seis por mujer, llegaba al mundo con una deuda de dos mil euros. Ningún país puede levantar cabeza con una situación así», apuntó. A estos problemas se unen, en la mayoría de los casos, economías de subsistencia basadas en la agricultura o la ganadería, -junto a otra sumergida, en Bolivia, centrada en el narcotráfico-, frecuentes catástrofes naturales -como inundaciones, huracanes o sequías en Nicaragua, ubicada en una zona sísmica-, o, en el caso de Chile, la marginación del 40% de la población del resurgir económico derivado de la implantación del neoliberalismo. Humbelina del Caño está en España desde el año 2001, para ocuparse de su padre. Trabaja en el Departamento de Misiones de la Confederación de Religiosos de España. Pero dice que aún contempla el mundo desde la visión de América Latina. «No encajo bien aquí, me siento peor que los inmigrantes que llegan a este país», aseguró. Cambios necesarios La religiosa defendió que el mundo avanzado puede hacer mucho por el subdesarrollado: «Nuestro mundo cambiará si los países ricos renunciamos a nuestro nivel de vida. Lo que nos sobra se lo quitamos a otras personas. Éste es el sueño de muchos: otro mundo es posible con el compromiso de todos, y yo no renuncio a este sueño», manifestó. Pero mientras llega, la misionera abogó por «acercarse en la medida de lo posible al Tercer Mundo, y mejorar algo localmente, para que se pueda generar trabajo y educación, y los más desprotegidos puedan enfrentar la vida con más recursos», pidió. Por este sueño trabaja también Manos Unidas.