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Publicado por
PEDRO V. ÁLVAREZ COLLAR
León

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RECORDABA el pasado viernes, durante la presentación que Luis Mateo Díez hacía de su último libro Las lecciones de las cosas , una historia que contaba el autor acerca de la fuente de la Plaza de Villablino y los lobos que, en su prolífica imaginación, bajaban a beber a la misma, durante las invernales noches lacianiegas. Noches de calechos, noches de filandones en los que al amor de la lumbre de las cocinas de este nuestro país se contaban las mil y una historias que fueron forjando la narrativa de este prolífico narrador lacianiego. Siempre he pensado que Luis Mateo Díez es, posiblemente el mejor narrador leonés del siglo XII y, seguramente esté entre los más grandes de España, gracias a su vasta cultura, su conocimiento de la lengua, pero sobre todo y ante todo, lo es porque recibió una enseñanza grande escuchando todo lo que se narraba en los calechos y filandones lacianiegos. En el libro que, junto a Alfonso García y Nicolás Miñambres nos presentaba el autor, en el Club de Prensa de Diario de León y, que todo hay que decirlo, aún no he podido leer, nos narra el viaje que los ilustres Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío hicieron allá en noviembre de 1885, y que Cossío recordaba cincuenta años más tarde, cuando escribía un discurso para la inauguración de la fuente pública erigida en homenaje a don Francisco Sierra Pambley, por los pueblos de Babia y Laciana, en la plaza del mismo nombre de Villablino. La fuente de la plaza, como es conocida por todos los lacianiegos de siempre, fue durante muchos años, el sentido homenaje de las gentes agradecidas a cota una deuda impagable para con don Paco. Aún hoy muchos la recordamos, majestuosa frente al viejo ayuntamiento, coronando la salida de Villablino hacia la Corradina. Luego, llegaron tiempos de modernidad y unos afanes de no se qué, acabaron por borrarla piedra tras piedra, para dejar la plaza huérfana de todo y con un ridículo caño en su cimera. Con el correr de los tiempos Villablino se fue expandiendo hacia otros lugares y la plaza, centro del Valle de Laciana desde tiempos inmemoriales, perdió su todo y se fue quedando en el mayor de los olvidos. Años más tarde, alguién debió de pensar en que había que recuperar, sino el tiempo perdido si parte de la deuda que Laciana tenía contraída con su prohombre, y volvieron a erigir un simulacro de fuente en honor y memoria a don Francisco de Sierra Pambley. En Villablino, desde entonces se han levantado monumentos de dudoso gusto, tales como el monstruoso Minero, que colocado tras de la iglesia, nos traspasa a una época prosoviética, donde significa más el qué que el cómo. Luego, con otros dirigiendo el Consistorio se apostó por las fuentes al más puro estilo moranista (de Juan Morano, alcalde capitalino conocido por llenar durante su mandato León de fuentes de todas las calañas), y así pusieron a la entrada de Villablino por Rioscuro un pedazo fuente que nadie cabal se puede explicar el por qué ni el para qué. Por suerte durante los últimos años se recuperó la vieja casa y colegio de Sierra Pambley y, aunque criticable en algunos aspectos, parece que el buen gusto comenzó a imperar por estos valles. Por esto, el pasado viernes, cuando escuchaba a Luis Mateo y recordaba sus historias de la Fuente de la Plaza, pensaba que posiblemente, aún estemos a tiempo de recuperar aquella vieja fuente en su totalidad, No estaría del todo mal que, ahora que Laciana parece regresar a sus origenes intentásemos pagar parte de la deuda que tenemos contraida con don Paco.

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