Diario de León
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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Que Villalar te haya cogido penitenciado y busca dónde lamerte las heridas que de Valladolid poca árnica vas a sacar para tal menester. Como el pueblico ese de los comuneros me queda a desmano, pasé un año más sin conocerlo; aparte que, como te he dicho muchas veces, me revienta y me duele celebrar derrotas a lo que son muy dados, demasiado, los castellanos, y casi todos los leoneses. Tampoco el jueves fui a León a preguntar por lo mío, que diría el otro. Nolete sí que andaba por allí, aunque iba por otro asunto, que sabes es pedáneo independiente, anda por el monte solo y ese sí se lame sin mamporreros; anda emperrado en acabar el club -sin luces de neón - comenzado hace un cuarto de siglo, a medio camino por falta de pelas. A ver qué respuesta le da García Prieto. Y cuando iba -cuenta él- después de un almuerzo de los suyos, pagado de su bolsillo, eso sí, con café, chupito de orujo y montecristo humeante, de Santo Domingo a Guzmán, se le fue la marabunta encima. Claro, no lo vio y se metió de hoz y coz en el hervidero; dice que se arrimó a lo de Ridruejo y la calle parecía la puerta de San Froilán en las anovenas ; que todos querían tocar al santo; y no te pongo lo de todos y todas porque lo de ambos géneros, cuando en uno entra todo, me la repampinfla, y a mis años nadie me va a cambiar que aquí lo de la globalización ya había llegado. Te digo hermano; me dijo Nolete que Ordoño, tal como el monte de Riego cuando la Virgen del Castro peregrina a la ciudad, que todos quieren pujar las andas, tocar el manto de la Señora porque así la lluvia puede llegar antes. Aquello, asegura, era una peregrinación dislocada, que vio gentes llegadas de Suarbol, de La Faba, de La Baña, de San Adrián del Valle -con permiso de Cabañeros- de Valderas, Calzadilla de los Hermanillos, Puente Almuhey, Isoba y Valdelugueros. Todos los que eran y los reconvertidos que son legión; todos a dar la mano al icono, todos a aplaudir y vitorear al presidente que se presentaba en carne mortal. Aunque dice Nolete que buenas estaban las cosas; que a Papes -llamésmole así que por algo andaba por casa- lo tenían rodeado, cercado, secuestrado; no precisamente sus guardaespaldas, no, si no los de León, ya sabes quiénes, que cuando llegan estos acontecimientos son muy suyos para chupar rueda y cámara, dejando un huequecito a otros cuatro pobres que llegan de la provincia encorbatados. Apretujones, codazos, zancadillas, pisotón en el callo, gaitas destempladas y dejad pasar coño, a ver si acaricio el nuevo traje del jefe que seguramente me da suerte. Como se dice ahora, Nolete flipaba en colores, así me aseguró. Pues cuando menos se lo esperaba cerca, muy cerca del santo, digo del presidente, vio a dos o tres de los descalabrados de cuando el pacto de la Mantecada. Supongo que irían a preguntarle por lo suyo, sobre todo quien tú y yo sabemos, que no le desaniman los palos ni los desplantes, ni las negativas, moral tiene un rato y está abonado a la cofradía de la Virgen de la Expectación, llamada también de la O, por lo del embarazo. Y digo yo, hermano; ahora que tenemos a Zapatero en lo alto; Alonso en el orejero; Amparín en la butaca; Segundo, Angélica y Rogelio en taburetes tapizados, es posible que algún escabel más caiga en suerte, repito y digo, hermano, no habrá algo para estas tierras. Las promesas fueron abundantes, vamos a ver si ahora son capaces de cumplirlas. La del jueves era la más fácil, la menos comprometida y, también, la más lucida y sobona. Por lo que sé, Sonsoles mandó el traje a la tintorería.

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