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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Andamos por aquí inmersos en la boda; no la de doña Leticia y don Felipe, sino la nuestra, la Boda Maragata; con ella se quiere buscar, encontrar será otra cosa, la catarsis del turismo para Astorga y su comarca. El Borrallo, la Cámara de Comercio, Caja España y el Ayuntamiento apuestan fuerte para implantar esta ceremonia, y su recreación, con carácter anual. Ayer tuvo lugar el rastro y demás prolegómenos y hoy será la boda para inundar la ciudad de trajes de época. Como eres madrugador y estarás desayunando, anímate, te espero en la plaza Romana y después tendremos carrera del bollo. Esperan los organizadores que desde la Junta tomen nota, y lo que han negado a la Zuiza, se lo den a la boda, pues la intención es cumplir el requisito anual para su declaración de interés, y si es posible apañar alguna subvención. Y si de arrime de hombro hablamos, siempre que las cosas rueden medianamente, nuestra provincia está en el momento idóneo, lo que dicen un momento dulce. En el último cuarto de siglo del XIX y en el primero del XX, Astorga tuvo mando en plaza por la capital de España. Fueron años aquellos en los que campaban a sus anchas ministros astorganos como Pío Gullón; diputados como Rodríguez de Cela o Manuel Gullón; subsecretarios, directores generales y una gavilla de altos y medianos jefes procedentes de nuestra provincia que llegaban a sus cargos arropados por los ministros o por el propio presidente del Gobierno que lo fue García Prieto. Y así fue que Astorga contó con dos ferrocarriles y dos estaciones para añadirlas a la del Invierno; así se construyó un acuartelamiento modelo como el de Santocildes, o el palacio de Gaudí; si no de qué. Tal era el poder de los astorganos que, por los mentideros políticos madrileños se hablaba de la murga astorgana , el clan maragato, la pandilla leonesa, la camarilla de García Prieto, etc. Arrimados andaban Azcárate, Sierra Pambley, Merino y otros que hacían lo propio, empujar el carro. Pasados los años apareció la época de Martín Villa, mejor para el olvido, con honrosas excepciones de Manolo Núñez. Por los 80 se habló, con razón, del clan andaluz en torno a González y Guerra, marchando muy bien las cosas de Despeñaperros para abajo. Le sucedió el clan de Valladolid para ir muy bien España y no tanto esta comunidad si exceptuamos la propia ciudad pucelana. Ahora tenemos el clan de León, con Zapatero al frente; que ya dicen por Madrid que nos va a colocar a todos los cazurros. Pues bien, hermano; tenemos presidente, ministro, secretaria de Estado, jefe de seguridad, directores generales a manta, hasta subdelegada de gobierno que pregonan es imposición del presidente; así mismo dicen que ya veremos cómo se entiende -la subdelegada- con Toño en la política, si mejor o peor que en familia; tenemos, querido alguna que otra fontanera en Moncloa y hasta un seleccionador nacional de baloncesto, que uno cree sí ha influido el ser leonés para un nombramiento tan rápido. En fin, hermano, que tenemos el santo de cara, y de él esperamos los beneficios de la lluvia; de lo contrario puede pasarle lo que al famoso Cristo de Villarrín, que vaya a parar a la laguna. Si Pío Gullón construyó lo que se llamó vía del Oeste , más tarde bautizada Ruta de la Plata, esperemos que Zapatero -promesa hay- cumpla con la reapertura, aunque está la espina que no supo, aunque pudo, defenderla cuando sus camaradas la cerraron hace 20 años. Parece que está en ello, aunque me lo fíe a largo plazo. Y por hoy nada más, que tiempo habrá de seguir recordando como funcionó la murga astorgana hace un siglo. Te espero hoy.