CARTA TE ESCRIBO
Nos queda la boda
QUERIDO hermano: Pues se acabaron, a Dios gracias, los ecos de la boda a la que precedió, en este caso como recreación y simulacro, la Boda Maragata. La de Madrid, dicen los papeles, estuvo bien y desde esta distancia no tenemos por qué dudar. La de Astorga, la maragata, fue un éxito. La intención de los promotores es conseguir su implantación anual para que sirva como motor dinamizador del turismo en la comarca. De ésta sí que puedo opinar, y aunque todo es mejorable, salió bien, muy bien. Habrá que ir subsanando pequeños fallos, de los que estoy seguro habrán tomado buena cuenta los responsables. Por ejemplo: el ancestral rastro de la paja, que se realizó la víspera, no fue explicado a los concurrentes y algunos forasteros no llevaron muy buena impresión del aspecto que presentaban esas calles. La boda, que se inició con retraso como corresponde a estos actos, sin tener culpa la novia, pudo haberse explicado a los centenares de espectadores de la plaza; amén de introducirles en la ceremonia se les acortaba el tiempo de espera, pues algunos hubo que aguantaron una hora en la plaza. Para ciertos momentos, como la salida de la novia, la presidencia de la carrera del bollo o la propia ceremonia, digo yo hermano que se podían haber instalado unos estrados; con ello los espectadores podrán seguir los diferentes pasos del acto; así como la celebración del casorio necesita de otro recinto, aunque sea al aire libre, pues la capilla de San Esteban es demasiado pequeña. Claro que se nos ha dicho que hubo necesidad de variar algunos planes finales por causas ajenas a la organización. En la boda tradicional, tengo leído hermano, que allá por el siglo XVIII y XIX, y aún más acá, corría la pólvora con profusión no solo en cohetes y voladores; que los mozos del caldo y otros invitados disparaban estruendosamente arcabuces y espingardas, por lo que sería bueno incorporarlas en próximas ediciones. La Cámara de Comercio dispone de las utilizadas en la Zuiza que, por cierto, tal vez sea hora de estudiar si no sería bueno celebrar esta procesión cívica con otra cadencia. La espectacularidad de este desfile, el colorido del mismo, la originalidad y la curiosidad que despierta, podría ser motivo para su celebración anual. Bien sabes que no soy partidario de los empachos folclóricos pero, después de los que estamos viendo por ahí, tanto la boda como la Zuiza acumulan más méritos que casi todos esos espectáculos que, además proliferan y se repiten en diferentes poblaciones como si fueran ajos. Repetitivos son, hermano, como las elecciones; pesadas, machaconas, inaguantables ya. Por esta vez, decidí no acudir a ningún acto, sarao o mitin. Por ahora hace el año, los hoy ínclitos alcaldes de Ponferrada y San Andrés del Rabanedo, pregonaban a los cuatro vientos su único y eterno amor por sus respectivos pueblos; «Solamente alcalde», repetían. El partido los llamó, y sacrificados buscaron asientos en Madrid, sin abandonar el sillón de corregidor. Es que si el partido te necesita, hay que sacrificarse por España. Así que el desencanto está servido y con las europeas, me temo, más de lo mismo. Y ese desencanto es mayor cuando en esta vieja y maltratada ciudad, a pesar de arrastrar esos cinco rimbombantes títulos nobiliarios, aparece una señora que estos años pasados nos ha engañado, nos ha negado el pan y la sal, ninguneado y despreciado. Por eso y otras razones similares que me proporcionan todos los partidos he decidido abstenerme de asistir a esos actos.